Bienestar

Lo que nos disgusta de nosotras mismas

loqnosdisgustaMuchos de nuestros complejos se instalan en la niñez

Escrito por: Equipo SuperMujer

Es negra, está gordita y sin embargo tiene mucho éxito en la televisión y, más importante, se ve muy feliz. Oprah Winfrey, es una de las mujeres más destacadas de las últimas décadas en los medios norteamericanos. Gracias a su influencia mediática, se ha convertido en la mujer negra más rica del mundo. Si Oprah no es una mujer tan bella como la gran mayoría de las actrices y conductoras de la televisión, ¿qué la hace especialmente atractiva para haber logrado durante tanto tiempo estar en la pantalla chica?

Físico, mental o social
Es cierto, Oprah se arregla y siempre está luchando por controlar su peso. Verse bien nos gusta a todas. Pero no es su belleza exterior la razón de su éxito. Oprah es por lo tanto una persona que nos inspira a trazar un camino de vida donde el aspecto físico no sea un muro mental que impida embarcarnos a realizar nuestros sueños. Muchas personas estamos a disgusto con nuestra apariencia física. Nos sentimos inferiores no sólo por cómo nos vemos en el espejo sino también por otras razones. Ya sea que no vivamos en el lugar que queramos o que no tengamos el nivel de cultura que tiene la vecina o que no tengamos las piernas de Maribel Guardia, algo nos molesta de nosotras mismas.

Ideal inalcanzable
Quién no conoce a alguna chica muy bonita, que se arregla muy bien, que tiene una cantidad de hombres a sus pies y que a pesar de todo se queja de ser poco atractiva. Qué paradoja. Tener éxito con los hombres y pensar que no se es bella. Lo curioso es que no es una o dos las mujeres más bellas que no están a gusto con su cuerpo. Hay que insistir, a todas nos gusta arreglarnos y gustar, es parte de nuestra feminidad, pero otra cosa es arreglarse y aún así pensar que estamos horrendas. Bajar de peso es bueno para la salud y además lucimos más atractivas, pero desgarrarse el alma a cada minuto por no ser el ideal que imaginamos ser tiene consecuencias devastadoras en nuestra paz interior.

Apostamos a las carencias
En muchas ocasiones se vuelve una suerte de profecía auto cumplida. Como no me gusto y no me siento atractiva, me enojo, y luego salgo a la calle con una jeta que todos a mí alrededor salen huyendo. Me sentía abominable y me he convertido en bruja. Hago de mi imagen lo que yo presupuse de ella. Y peor aún, pues en ocasiones estamos a disgusto por temas que no corresponden a la realidad. A lo mejor no tenemos la inteligencia de Carmen Aristegui, pero todas somos bastante inteligentes. Tenemos un sexto sentido que ya quisieran la mayoría de los hombres. Sabemos en fracciones de segundo cuándo una persona está triste y cuándo necesita un abrazo o una palabra de consuelo. Hay mujeres chistosísimas y mujeres interesantes. Grandes escritoras y grandiosas amas de casa. Cada una tiene un lado especial. Pero es en nuestras carencias, la mayoría imaginarias, donde elegimos estacionamos todos los días.

Destino fatal
Un pequeño defecto se puede convertir en nuestro mayor motor de desgracia. A veces inconscientemente, otras veces de manera voluntaria, hacemos de nuestras deficiencias una fuerza negativa aprendida. Tomamos un fracaso, lo achacamos a alguna deficiencia intelectual o física, y partimos en busca del siguiente fracaso. Como una bola de nieve, vamos construyendo un destino predecible. En la cultura japonesa existe un cuento donde un hombre se encuentra con una persona quien le adivina la fecha en que aquél va a morir. El hombre toma nota y sigue su camino. El tiempo pasa. Un día, el hombre toma una taza de té para paliar su sed. Al tomar el segundo sorbo, de pronto se acuerda que ese mismo día era el que le habían predicho se moriría. Al recordarlo, se asusta y ello provoca que no digiera bien el trago por lo que muere ahogado.

Adler vs Freud
Fue Alfred Adler, quienSi bien nuestros complejos sirven para excusar nuestros fracasos, en ocasiones se convierten en la causa que nos impulsa a grandes alturas al separarse de Sigmund Freud, el que estudió a fondo el tema. Mientras Freud pensaba que el líbido era el origen de buena parte de nuestras conductas, Adler ubicaba en el sentimiento de inferioridad de las personas, la razón de la conducta humana. Buena parte de los sentimientos de inferioridad, de acuerdo con Adler, se instalan en nuestro interior durante la infancia y se van agudizando durante la vida salvo que aprendamos a decodificar qué significan y aprovecharlos para crecer. Es por ello que, como mamás, es importante estar atentas en no trasladar nuestros complejos a nuestros pequeños.

En la infancia
Los sentimientos de inferioridad, los que suelen expresarse abiertamente, se instalan durante los primeros años de vida. En muchos casos depende del lugar que una ocupe en la familia y de la forma como los padres se ven a sí mismos. Y es que los hijos no pueden sentirse valiosos si los padres así mismos no se piensan importantes. Pero la auto valoración depende sobretodo de la manera como una fue considerada por los padres. Desde el nacimiento se marca a los hijos. Muchas veces idealizamos el hijo que queremos y ello se refleja en nuestra conducta. O al revés, a veces vemos en ellos nuestras propias carencias y les hacemos creer que ellos también tienen nuestras carencias. Si ellos sienten que son una fuente de alegría para sus progenitores y para todas las personas a su alrededor entonces se sabrán valorizados.

También de adultos
Los sentimientos de inferioridad no sólo se instalan en la niñez, también lo hacen en la adolescencia. Los cambios físicos y la vulnerabilidad emocional propia de esa edad son materia frecuente para desvalorizarse. Algún rechazo del sexo opuesto les hace pensar que son poco atractivos. Un pequeño infortunio sirve para alimentar negativamente su ego. Para qué lo intento si voy a fracasar. Ese sentimiento se ve reforzado con el aislamiento. Algo que también nos sucede a las mujeres cuando llegamos a la menopausia. Nos devaluamos como personas. O en los hombres cuando envejecen y decrece su actividad sexual.

Fracaso o fuente de crecimiento
Y si bien nuestros complejos sirven para excusar nuestros fracasos, en ocasiones se convierten en la causa que nos impulsa a grandes alturas. Oprah Winfrey es un buen ejemplo. Ella nació en una familia muy pobre. Su madre era trabajadora doméstica y su padre un minero de carbón. A los seis años fue abusada por sus primos y su tío. A los 14 años tuvo un bebé que murió al poco tiempo. A partir de entonces, se dedicó de lleno a los estudios y cursó la carrera de comunicación. Desde que habló, le gustaba subirse a los escenarios, recuerda su abuela. Oprah fue la mujer más joven y la primera negra en conducir un noticiario televisivo en Tenessee. Ahora ella ayuda, a través de su programa, a que millones de personas logren alcanzar un poco de paz interior. Oprah afirma que nunca quiso tener hijos y que por ello ahora tiene más tiempo para ser mamá de 152 niñas en un orfanato.

Ir al amor
Las personas con cierto sentimiento de inferioridad prefieren no correr los riesgos de sociabilizar pues están seguras de ser rechazadas. No se dan la oportunidad de ser amadas. Creen que todo mundo las ve con los mismos ojos y prejuicios que lo hicieron los padres. Karen no podía creer que su nuevo amigo la viera como una mujer bella. “Mis padres nunca me dijeron que fuera bonita”. Al permitir que otro la valore, la cascada de hormonas causadas por el amor en Karen le facilitaron irse olvidando de su resentimiento. Ya no se obsesiona con su complejo. Y se ve más bonita.

Escrito por: Equipo SuperMujer

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