Un platillo es más que un puñado de ingredientes servidos acorde a una receta. Es una oportunidad de transmitir un sentimiento o un pensamiento. Y es que todo lo que hacemos habla de nosotros, incluso la comida. La presentación y el sabor nos hablan del esmero que se pone en su realización y el deseo de satisfacer al comensal. No es sólo comida, es parte de la esencia del que cocina.
La comida tiene diversos significados: habla de estatus y prestigio. Las personas con estatus y poder comen bien y son bien alimentadas por otros, es un valor social. La comida también habla de amor, amistad y afecto. El que cocina tiene la oportunidad de transmitir a través de su platillo su cariño y preocupación. El amor como “ingrediente secreto” no es sólo una metáfora, es parte esencial del acto de cocinar.
Comer es una forma de placer, uno de los placeres más sencillos. Y, es también, una forma de socialización, nunca será lo mismo comer solo que acompañado: aún si es el mismo platillo, siempre dejará un mejor sabor cuando es disfrutado en compañía de alguien. Comer acompañado es un foro para expresarnos y ponernos al tanto de la vida de los otros.
Lo que comemos también tiene que ver con el momento o situación. Hay comidas para el día a día y para ocasiones especiales, comidas para cuando estamos enfermos y comidas para recordar. No es de extrañar que nuestra mesa se vista de gala en Navidad y cenemos pavo, comamos pastel para celebrar el cumpleaños de alguien o que el menú de ese día sea su comida favorita.
La cocina es un arte que va más allá de seguir un proceso y obtener un manjar, es como en cualquier arte, el medio que utiliza el artista, en este caso el cocinero, para transmitir su mensaje.
Fuente: Tempura Ki