Escuela y vacaciones

Los niños ¿necesitan portarse mal?

los-ninos-necesitan-portarse-malEsta pregunta puede generar un gran debate. Creo que es normal que los chicos se porten mal, están aprendiendo cuáles son los límites y a vivir en sociedad, y es responsabilidad de los adultos educarlos y decirles hasta dónde pueden llegar y qué cosas, decididamente, no deben hacer.

Claro que con la vida ajetreada de hoy en día y la falta de tiempo, a muchos mayores se les dificulta prestarles la debida atención y encargarse de enseñarles, en vez de solo castigarlos al hacer algo incorrecto.

Sobre este tema, quiero compartir una nota que salió hace pocos días en el diario La Nación, escrita por Gabriela Navarra.

Pocas cuestiones causan más preocupación en los padres que poner el límite justo, del modo y en el momento preciso en que los hijos lo necesitan. Así que todo aquel avezado en la materia inevitablemente genera interés, ya que viene acompañado de la promesa que tener entre manos los secretos de una buena crianza.

Algo de esto sucede con la psicoterapeuta estadounidense Martha Edwards, directora del Centro para el Niño en Desarrollo y su Familia del Ackerman Institute for the Family, una institución neoyorquina de la que la Fundación Aiglé es representante en América Latina. Vicepresidenta de la Academia Norteamericana de Terapia Familiar, centra sus investigaciones en el desarrollo de las relaciones entre padres e hijos.

Martha Edwards parte de la teoría del apego, desarrollada por el psicólogo John Bowlby, quien a partir de la década del 70 planteó que los seres humanos necesitamos establecer un vínculo muy estrecho, de confianza y cercanía con un cuidador (generalmente, la madre), vínculo que va más allá de la necesidad de ser nutrido y que es imprescindible para desarrollar seguridad emocional. Ese apego es el pivote que permite crecer y salir a explorar el mundo.

“El niño requiere alguien que atienda sus necesidades y que lo comprenda -explica la psicoterapeuta. En los primeros meses de vida, somos totalmente egocéntricos para sobrevivir. Sin embargo, el egocentrismo tiene que limitarse para dejar lugar al desarrollo de la interdependencia, y es ese proceso de aprendizaje hacia una vida cooperativa el que los padres deben acompañar.”

A menudo, buena parte de las dificultades que padres e hijos enfrentan ocurren porque los padres no entienden por qué sus hijos se comportan de una u otra manera. “Hace un tiempo, nos consultó una mamá cuyo hijo, de un año, lloraba y se prendía a su falda cuando ella tenía que irse de la casa -explica Edwards.

Filmamos la escena. Cuando la mujer la vio, recién pudo darse cuenta de que su hijo tenía miedo. Aconsejamos que le hablara, que le explicara claramente que se iba, pero que volvería. No importa que no entiendan el significado de las palabras. Entienden perfectamente la intención. Sí, estamos a favor de hablarles siempre, aunque ellos no sepan hablar todavía.”

Así como algunos padres pueden estar desatentos a las demandas de sus hijos, otros están demasiado pendientes.

“Son padres que les hacen los deberes o que les dicen a todo que sí -afirma Martha Edwards. No toleran la ansiedad de los chicos; no promueven que exploren y adquieran dominio sobre las situaciones. Los padres deben tomar conciencia de los problemas que pueden crear en sus hijos, si no los ayudan a tomar conciencia de que forman parte de una familia, de una clase en la escuela, de una sociedad, todos sistemas interdependientes, donde son necesarias relaciones de cooperación.”

Errores frecuentes

Que un chico se porte mal, según Edwards, es inevitable: está midiendo hasta dónde es posible llegar, explorar el límite. Pero un error frecuente consiste en esperar a que se porte mal para castigarlo. “El límite debe marcarse claramente antes, no después”, afirma.

Por ejemplo, si vamos a salir a la calle, hay que indicarle que debe caminar junto a nosotros y no esperar a que se escape para retarlo o castigarlo. De la misma forma, si vamos de compras, hay que explicarle claramente que compraremos leche y galletas, no juguetes o caramelos.

Y si es «no», ese «no» deberá ser mantenido. No es fácil. Seguramente, el niño o la niña se encapricharán, insistirán. Pero sostener ese «no», hará que las cosas se resuelvan más fácilmente después.”

La clave es que el límite siempre se mantenga en manos de los padres. “Si vamos de compras y les dijimos que íbamos a comprarles zapatillas, pero después advertimos que podría hacerles falta también una falda o un pantalón, no está mal cambiar los planes, pero no cediendo a una presión de parte de ellos, sino conservando la decisión en el adulto.”

Entre el “sí” que todo lo admite y el “no” que imposibilita cualquier negociación, Martha Edwards propone una estrategia de resolución de problemas, basada en una herramienta no siempre tenida tan en cuenta como se debería: el diálogo.

¿Dialogar, por ejemplo, con un adolescente? “Sí -dice. Es muy distinto comenzar una conversación diciendo: «Esto se resuelve así y nada más», que reconociendo que existe un problema e invitando a buscar una forma compartida de resolución. No «Tenemos que hablar», sino «¿Podríamos hablar?», o «¿Cómo crees que podríamos resolver este problema?».”

El vínculo con los hijos siempre admite reparaciones. “Si un padre o una madre quieren pasar del «no» o el «sí» al diálogo pueden comenzar hoy mismo -explica. Posiblemente, los chicos estén algo confundidos al principio, pero aliviados después.

También es posible trabajar el apego: el vínculo comienza compartiendo tiempo con los hijos; el hijo debe sentir que al padre o a la madre le gusta estar con él, que lo disfrutan, que no se trata de estar solamente cuando tienen un problema. Ese compartir y disfrutar es esencial. Sí, algunos adolescentes podrán decir que no les importa estar cerca de sus padres, pero seguro que lo necesitan igual”.

¿Crees que los niños necesitan portarse mal? ¿De qué manera conviene poner los límites?

Escrito por: Merlina Meiler

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