Bienestar

Lucha conmigo misma

 

Mientras corría me percataba que más cerca estaban mis miedos, mis temores, por más que aceleraba la pisada, ellos se las ingeniaban para ir corriendo al lado mío. Me puse los audífonos y le subí el volumen al ipod, lo más alto que mis oídos podían soportar, pero los fantasmas del pasado seguían presentes ¿Cómo me deshago de ellos? Ya no los soporto, lejos de seguir atemorizándome, están empezando a generar hartazgo y estoy en el filo del barranco de la desesperación.


Frente a mí está una luz de muchos colores pastel que con calma me habla para que siga corriendo en su dirección y con su paciente espera me hace ignorar todo lo malo; ella desea que llegue a valorar el esplendor que emana, me da tranquilidad, me da paz. Al fin se animó y se acercó a mí para conversar, le confesé mis miedos y ella me confesó los suyos, me pidió permiso para entrar y yo se lo di sin chistar; hicimos el trato de despejar juntas los miedos comunes.


Al paso del tiempo, me di cuenta que la luz me observaba distante esperando un error de mi parte, como si me notara lejana y ausente, no lo estaba pero ella me percibía así. El destello multicolor era directamente proporcional al fulgor que salía de mi ser, se compenetraban de tal forma que al estar juntos llovían pequeñas centellas combinadas con adrenalina pura, simple, jamás han visto semejante brillo, pero solo ocurre cuando están juntas.


Estuve a punto de perder esa combinación de luces, a nada de eliminar la marca de adrenalina y mi cuerpo jamás experimentó vacío parecido, se apareció fugaz la incertidumbre y así como llegó se fue; la luz tintineaba seca, fría, distante y mi destello copiaba sus acciones. El imán nos atraía de nuevo y dejé de luchar, dejé de luchar conmigo y con esa luz novedosa que me llama constantemente.


¿Cómo iba a saberlo? ¡Cómo iba a saberlo! Meses después dejé atrás los miedos del pasado. Mi descuido dio cabida a un monstruo más grande que el kraken, la luz no fue luz sino explosión; me quemó al estallarme en la cara, aún no soy capaz de abrir los ojos ¿Cómo pude equivocarme y confundir una maravillosa luz multicolor con el destello de una bomba? Peor aún, la dejé entrar a mi puerta, yo le di las llaves, la senté en mi sala y le entregué mis secretos.


No tengo momentos de paz desde aquel estallido, no hay serenidad en mi alma; perdí los fantasmas del pasado pero gané uno presente, incisivo, persistente, certero, injusto, equivocado, rugoso, sin temple, que sólo abre la boca para alimentarse de lo que doy, de lo que me desprendo, y a cambio obtengo desprecio, porque nunca valoró nada. Hora de desgracia en la que lo dejé entrar.


Pero ya no tengo nada kraken, te llevaste lo que tengo. Aún faltó, pero ya te di lo que he querido, no más, ya no hay nada aquí para ti, ni dentro, ni fuera. A pesar de mi determinación, el kraken seguía pidiendo, exigiendo incluso. Llegó el momento, pues, de llamar a mis aliados, que sé que están cansados de luchar y que odian las guerras, pero me defenderán cuando sepan que me están atacando.


Llegaron mi confianza, mi seguridad, mis dos apellidos juntos, mis ojos bien abiertos, mi cordura, mi razón, mi temple, mi tiempo, mi propia vacuna llamada vida, mi espíritu se movió al frente con un estandarte que decía “Respeto”, y mi alma se atrincheró más adelante; la voluntad me gritó para que los acompañara y procedí a acomodarme entre el mejor de mis ánimos y la fe en Dios.


Aún no sabemos el final de la batalla, tenemos conocimiento de nuestras armas, son grandes, fuertes, buenas, duraderas, permanentes. Ignoramos las consecuencias pero ya nos inyectamos grandeza, valor y mucho cinismo. Esa combinación no fallará, así nos lo gritan nuestros bríos llenos de coraje y entrega, y aunque por las noches en el campamento de batalla escucho sollozos, el sol los seca con su esplendor y nos suministra de nueva energía para seguir adelante.


Escrito por: Evangelina Jiménez Olvera.

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