Bienestar

¿Miedo al cambio o a perder el control?

miedoalcambioHace días me encontré con María, una mujer de 43 años, casada y cansada desde hace 20 años, con tres hijos adolescentes, empleada en un estudio contable, con sobrepeso, de  vocación frustrada. María me comentó que había estado en terapia, porque tiene y ha tenido problemas con su esposo, que la relación no funciona; que la pasión se murió hace más de una década, que él la rechaza por su cuerpo, y que ella sabe que está con kilos de más, pero que muchos de esos kilos son producto del último embarazo,  que está empeñada en hacer lo que sea necesario para que las cosas mejoren...

Pero que  aún no ha encontrado el modo de hacer algo distinto, aunque sospecha que su esposo le es infiel con una compañera de la oficina. María me dijo llorando que muchas veces cree que no puede más, que no va a poder amanecer al día siguiente, que se siente desesperada, perdida, y confundida.  Cuando le pregunté, que pasaría si ella volviera a nacer, me contestó NADA, haría todo exactamente igual.
Si hay un lugar común entre los seres humanos, ese es el miedo o resistencia al cambio. Antes de hacer algo distinto lo pensamos muchas veces, otras tantas; es que soltar viejas estructuras nos resulta casi imposible de actuar.
Por aferrarnos a los caminos conocidos, tropezamos múltiples veces con la misma piedra, porque cada vez que volvemos a andar por esas rutas, esperamos milagrosamente que la piedra se haya corrido por voluntad propia del medio.
Lo cotidiano, lo conocido, lo previsible, aún cuando no sea lo satisfactorio, lo deseado, lo apreciado o querido, se convierte en un trofeo mayor que nos permite medir los precios emocionales que debemos pagar por “tolerarlo” o “soportarlo” y vamos construyendo nuestra área o zona de confort.
Vuelvo a repetir, “zona de confort” no implica necesariamente una zona de comodidad (en sentido coloquial), sino una zona, o espacio conocido. Más específicamente, un lugar donde “yo creo tener el control”, “donde el control no se puede escapar de mis manos”.
Apegados a esta falacia de omnipotencia humana vivimos cómodos en la incomodidad, o para ser más clara, “segurosMantener esas estructuras que algunas vez funcionaron y ahora no, sólo nos procura sufrimiento, y nos resta gozo en nuestra propia mediocridad, conformismo y resignación”. Vemos la vida transcurrir desde nuestra prisión con ojos acuosos, añorando lo que nunca tuvimos (valor para arriesgarnos) y justificando nuestra parálisis emocional.
Observamos la vida como si fuese un museo, un conjunto de cosas y relaciones estáticas, perennes, que cuando dan un respiro mayor al acostumbrado nos exaltan.
Obsesionados a que nada cambie, a que todo siga igual, nos enceguecemos  y olvidamos lecciones primarias: lo único que prevalece es el cambio.
Todo lo que nos circunda está sujeto a un cambio permanente, todo crece y muere cada día, todo se transforma, ¿por qué entonces temer al cambio?, ¿por qué nos conecta con la incertidumbre?, ¿con la pérdida de control? ¿Cómo tememos a algo en lo cual estamos inmersos?
El caso de María es una paradoja típica, la resistencia de lo que se vive, pero si existiera otra oportunidad se volvería a hacer lo mismo o casi lo mismo con algunos retoques.
Los seres humanos no estamos entrenados para arriesgarnos, sino para vivir seguros, pero piensa por un instante más allá de todas las creencias que te sostienen: ¿cuál es la seguridad de la que estamos seguros? ¿A qué nos acerca el aferrarse a lo de siempre cuando ello ya no llena nuestras expectativas o sueños de vida?
Mantener esas estructuras que algunas vez funcionaron y ahora no, sólo nos procura sufrimiento, y nos resta gozo. Atrévete a cambiar; a sentir la inmensa libertad de lo no certero; la vida misma es una fluctuación constante; no intentes bailar a otro ritmo porque lo más factible es que te pises los pies.
Mira en tu corazón, ¿qué harías hoy si fuera tu último día? Y ahora piensa, ¿para qué esperar a que sea el último si lo puedes disfrutar ahora mismo?
Escucha tu voz interior, tienes todas las respuestas, y ponte en movimiento.

Escrito por: Chuchi González
Coach Ontológica y Tallerista Motivacional
Directora General de Desarrollo Humano Crear-T S.C

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*