¡Se acabaron las excusas!
¿Quieres más de la vida? ¿Estás descontenta con varias decisiones que has tomado? ¿Desearías hacer cambios en ti? ¿Encuentras barreras para alcanzar tus metas? ¿Quieres superarte, pero no sabes qué camino seguir?
Si tu respuesta a la primera pregunta fue sí, seguramente las contestaciones al resto de las interrogantes fueron afirmativas también. Significa que no estás contenta con alguna parte de tu vida, que hay algo de ti que te perturba, o hay alguien que te resulta molesto; inclusive hay días en que hasta tú misma desconoces lo que te incomoda, porque nada te llena, es decir, no te sientes satisfecha.
Si así fuera el caso, te pregunto: ¿Qué te está deteniendo para hacer esos cambios que requiere tu vida?
Seguramente tienes una o varias razones que justifican el porqué no puedes hacer estas modificaciones, ya sea porque crees que no es posible o porque algo o alguien te lo impide.
Es por eso que voy a ser sincera contigo y a explicarte que independientemente de cuáles sean tus argumentos para no poder perseguir tu sueño, meta o aspiración, éstos ¡son sencillamente
pretextos! Exactamente como lo leíste: ¡Sólo inventas excusas!
En el periodo en que recopilaba información para mi audiolibro Secretos de la mujer segura, realicé un estudio para el que entrevisté a cientos de mujeres y noté que la gran mayoría deseaba hacer cambios en su vida. Algunas querían desempeñarse en otra profesión o empleo, otras anhelaban una renovación en su vida sentimental, a algunas más les gustaría perder peso, cambiar sus hábitos alimenticios o modificar su apariencia física.
Además existía un grupo que aspiraba tener más tiempo para relajarse y también quienes deseaban regresar a la escuela.
Lo sorprendente de esa investigación fue que cuando les pregunté las razones por las cuales no se atrevían a tomar decisiones y hacer modificaciones, aparecieron miles de pretextos por todos lados ¡y entonces me di un buen banquete con todas esas excusas!
Sin embargo, independientemente del cambio que buscaban, la mayoría coincidió en las mismas razones por las cuales no se atrevían a hacer lo que debían. Es decir: renunciaban a seguir lo que su corazón e intuición les decía.
Los resultados reveladores de estas encuestas me dieron la pauta para delinear las siete excusas más comunes que nos mantienen paralizadas y evitan movernos fuera de esa zona que nos parece cómoda o familiar y que son producto de la costumbre.
Excusa 1: ¡No es el mejor momento!
De todos los pretextos, éste es el ganador y más común. Sin duda, cada vez que tengas que hacer un cambio radical creerás que es conveniente esperar a que te sientas segura para efectuarlo. Esto se debe a que cuando hacemos modificaciones de cualquier índole
estamos pisando territorio desconocido. Por eso no importa cuál sea la decisión que asumas, bien sea cambiar de trabajo, decidirte a tener un hijo o dejar una mala relación, siempre sentirás que “no es el mejor momento para hacerlo”.
Pero si te sientas a esperar el momento oportuno para cumplirlo, te quedarás sentada y esperando toda la vida y nunca darás el primer paso. De hecho, mientras más aguardes, más insegura te sentirás. Y como dijera mi madrina en uno de sus famosos refranes:
Y para muestra basta un botón: El mejor ejemplo que puedo usar para ilustrar esta excusa es mi amiga Alina, quien estuvo casada durante 20 años con un hombre con el que nunca careció de cosas materiales; vivía en una hermosa casa en la playa, manejaba un auto lujoso, viajaba por todo el mundo ¡y su anillo de bodas tenía un diamante más grande que un garbanzo! Pero a
pesar de toda esta abundancia material, su esposo fue un hombre cruel porque la maltrató física y verbalmente.
—¿Por qué te esclavizaste por tanto tiempo? —le pregunté con curiosidad.
—Siempre tuve la esperanza de que él cambiara, éramos jóvenes y pensaba que podía convertirse nuevamente es ese ser encantador que él era cuando nos conocimos —recordó.
—¿Y cuándo comenzó a cambiar? —cuestioné.
—La noche de nuestro primer aniversario de bodas se fue con sus amigos y llegó a los tres días sin avisarme, cuando regresó, le reclamé y contestó violentamente con insultos y me dio un empujón contra la pared, y desde ese preciso momento supe que sería infeliz y tenía que dejarlo —expresó con tristeza.
—¿Y por qué no lo dejaste? —cuestioné.
—Es que quedé embarazada y pensé que “no era el mejor momento” —alegó.
—¿Por qué no te fuiste luego que la niña nació? —le reclamé.
—Decidí permanecer a su lado hasta que mi hija cumpliera seis años, pero cuando ella entró a la escuela, pensé que “no era el mejor momento” para un divorcio —dijo.
—Pero tú seguías con él, aun cuando tu hija iba a la escuela superior —le dije con tono de protesta.
—Lo hice por el bienestar de mi hija —justi! có.
—¿Acaso pensabas que un día tu hija te iba a decir: “Mami, quiero agradecerte que permaneciste con mi papi por tantos años, aun cuando te sentías desdichada e infeliz. Estoy orgullosa de ti por el sacrificio heroico que hiciste y porque estuviste dispuesta
a renunciar a los mejores años de tu vida por mí... ¡Gracias!” —le dije sarcásticamente para hacerla re" exionar.
—En vez de agradecimiento, mi hija siente lástima y me confesó que lo que más le afectó no fue el divorcio, ni los años después del mismo, sino el tiempo que vivió en la casa viendo a su madre sufrir —me confesó con angustia en su voz y continuó—. El “mejor momento” para dejarlo fue en ese primer aniversario, cuando me puso la mano
encima.
Así como Alina, puedes sentir que “no es el mejor momento” para cambiar de empleo, entrar a estudiar, organizar tu casa, empezar una dieta o hacer ejercicio.
Sin embargo, el instante más oportuno para tomar decisiones y actuar es cuando tu alarma interna se prende y tu sexto sentido te dice que debes moverte.
Excusa 2: No estoy preparada, me falta experiencia
Un pretexto que he escuchado miles de veces es: “No tengo experiencia en computadoras, así que no puedo ejercer ese trabajo”; otro muy común es: “Me ofrecieron un mejor puesto en mi trabajo, pero tengo terror de tomar la oportunidad porque no tengo
suficiente experiencia”. Lo asombroso de esta excusa es que durante mi estudio, les pregunté a diversas damas acerca de sus aspiraciones profesionales, y tanto las mujeres con un alto grado universitario como las de pocos estudios manifestaron las mismas inseguridades. Esto demuestra
que independientemente de cuánta educación posea alguien, siempre tendrá miedo a emprender algo nuevo.
Una investigación, conducida por la prestigiosa Universidad de Harvard, demostró que únicamente el 15% de las razones por las cuales una persona logra triunfar, personal y profesionalmente, tiene que ver con el conocimiento técnico en ese campo, mientras que al 85% restante el éxito se lo atribuye a la actitud y capacidad para relacionarse con otras personas.
Queremos ser expertos antes de comenzar, pero lo único que nos dará experiencia ¡es hacerlo! En lo personal, me identifico bastante con esta excusa porque la he usado cuando tengo que emprender algo nuevo en mi carrera.
Recuerdo cuando me llegó la oportunidad de escribir una columna semanal para un periódico muy importante en Estados Unidos que pensé: “¡No tengo la experiencia!, nunca he escrito columnas, no estoy preparada para redactar un tema
diferente cada semana”. Aun así acepté el reto y nunca enteré al editor del diario de mi escasa experiencia, ¡mucho menos le conté que me moría de nervios hasta para tomar la pluma! Hoy en día mi columna es leída en decenas de publicaciones
no sólo en Estados Unidos sino también internacionalmente.
No puedes esperar a sentirte como un experto para emprender algo. Si lo haces, ¡te quedarás esperando toda la vida!, y la pura verdad: “Tú no naciste para estar sembrada”, como diría mi madrina.
Excusa 3: No tengo tiempo
Estoy muy ocupada... “no tengo tiempo para hacer ejercicio”, “no tengo tiempo para regresar a la escuela”, “no tengo tiempo para buscar un nuevo empleo”, “no tengo tiempo para dedicarle a mi familia”. ¡Las mujeres nunca tenemos tiempo para nada! Te apuesto
a que de todas estas excusas, tu favorita es: No tengo tiempo para hacer ejercicio y podría asegurarte que en los últimos cinco años has dicho: “Quiero empezar a ir al gimnasio, ¡pero no tengo tiempo!” ¿Me equivoqué acaso en tu respuesta? ¡Claro que no!
Si no te alcanzan las horas para hacer lo que tienes que hacer, significa que estás desorganizada y no tienes tus prioridades en orden. Las personas más ocupadas son precisamente a las que les sobra el tiempo para hacer actividades adicionales y esto se debe a
que organizan su tiempo con efectividad.
Hace años tomé un curso de Time management (organización del tiempo) y el instructor contó una historia, la cual me enseñó una valiosa lección que voy a compartir contigo.
Relató que un día el presidente de una compañía productora de acero le dijo a su consultor: “Si me enseñas a manejar mi tiempo de una forma que pueda completar más tareas, te pagaré cualquier suma que sea razonable”. Entonces el asesor le dio un
pedazo de papel y le indicó: “Escriba las tareas que debe hacer mañana y enumérelas en orden de importancia. En cuanto llegue a la oficina comience con la número uno y no haga nada más hasta que la complete. Cuando finalice, verifique nuevamente su orden
de prioridad y prosiga con la número dos. Si alguna labor le toma todo el día, no importa, mientras que ésta sea la más importante.
Al siguiente día haga lo mismo e incluya lo que no pudo completar anteriormente. Una vez que este sistema funcione para usted facilíteselo a sus empleados, y luego de tratarlo por un tiempo envíeme
un cheque con la cantidad que crea razonable”.
Al cabo de varias semanas el consultor recibió un cheque de 25 000 dólares, acompañado de una nota que decía: “Este es el consejo que más ganancias me ha generado... ¡gracias!” Cinco años más tarde esta compañía de acero se transformó
en la más grande de su género en el mundo y su presidente se convirtió en un multimillonario. Luego, sus amigos le cuestionaron por qué había pagado tanto por una idea tan simple, y él respondió:
“¿Existe alguna idea que no sea simple?” Aunque este método no me ha hecho multimillonaria todavía, sí me ha ayudado inmensamente a ser más productiva en mi vida profesional y personal. Te propongo que uses este sistema, y luego
escríbeme y dime cuánto crees que vale este consejo. Claro, si quieres enviarme un cheque, ¡sin remedio lo aceptaré!
Excusa 4: Estoy muy vieja
De manera continua escucho comentarios como éstos: “Estoy muy vieja para aprender inglés”... “Estoy muy vieja para encontrar un nuevo amor”... “Estoy muy vieja para aprender a jugar tenis”...
“Estoy muy vieja para buscar un nuevo trabajo”... “Estoy muy vieja para regresar a la escuela”...
¡Lo sorprendente es que he escuchado comentarios similares incluso de chicas de 26 años!
“Estoy muy vieja”... es simplemente un pretexto. Alguien que pretende alcanzar un sueño y se rinde porque piensa que le falta juventud, realmente lo que tiene es miedo a no lograr lo que se propone.
Es mucho más fácil decir: “Estoy muy vieja”, que exponerte a fracasar. En cambio puedes decirle a todos: “Yo hubiera sido una gran cantante (o actriz, o empresaria) pero se me hizo muy tarde...”.
Con esta excusa, en vez de arriesgarte te justi! cas contigo misma y no corres ningún peligro, pero en el fondo lo que te hace falta es seguridad en ti misma.
La próxima vez que te sientas “muy vieja” para ejecutar algo, hazte la siguiente pregunta: ¿Existen mujeres de mi edad que han podido hacer lo que yo deseo? ¡Claro que sí!, entonces tú también puedes.
Una vez leí en un periódico de la Ciudad de México un artículo acerca de una señora que a sus 90 años había decidido regresar a la escuela para graduarse de High School, ¡te imaginas!
También conozco a una dama que toda la vida quiso ser cantante, pero siempre tenía una excusa para no hacerlo, ! nalmente a los 62 años decidió usar sus talentos.
¿Qué motivó a estas mujeres a perseguir sus sueños a una edad tan avanzada? En definitiva no fue el dinero o la posición que alcanzarían, pues no creo que la abuelita pensara en fundar una empresa
luego de acabar sus estudios, ni creo que la cantante esperaba vender un disco de oro; pero ambas quisieron cristalizar su anhelo por la satisfacción que trae realizar lo que realmente te apasiona.
Tal vez piensas que tomará mucho tiempo o será difícil hacer algo que llevas posponiendo, pero te garantizo que cuando lo hagas vas a decir “¡estoy orgullosa de mí, lo intente y lo logré!”
Excusa 5: Hay mucha competencia
Uno de los argumentos más utilizados a la hora de emprender un negocio, o de emplear nuestros talentos, es el siguiente: “Hay muchas personas haciendo lo mismo que yo quiero hacer, ¿qué me hace pensar que voy a ser mejor?” Precisamente porque hay competencia, signi! ca que existe demanda para una necesidad en la cual no sólo buscas participar sino además ser el mejor.
Medita un poco, si no hubiese un mercado tan diverso, sería aún más complejo desarrollar lo que quieres emprender, pues significaría que todavía a nadie le ha interesado el producto, idea o
talento que piensas convertir en una necesidad.
Vamos a poner un ejemplo: Alguien que desee vender un producto creativo, digamos unos guantes fosforescentes para lavar platos, no tendrá ninguna competencia en el mercado, pues no creo que haya nadie que ofrezca este producto. Pero el hecho de que no tenga competencia, ni mucho menos empresas que fabriquen “tan coloridos guantes”, no signi! cará que el producto se venderá “como pan caliente: en cuanto sale se vende”. Creo que más bien será un producto que costará mucho trabajo vender porque los consumidores no tienen conocimiento ni interés en esta nueva idea.
Lógicamente alguien quien pretenda vender una novedosa pizza tendrá muchas más posibilidades de que su producto se consuma, sin importar que la competencia sea astronómica, ya que este tipo de alimento es delicioso, económico y prácticamente instantáneo, y se ha convertido en una
necesidad para la mayoría de las personas que vivimos a un ritmo acelerado en las grandes metrópolis.
Lo que sí nos queda bien claro es que, independientemente de cuál sea tu idea, producto o servicio, bien sea escribir un guión, vender un producto, abrir una clínica para la infancia, ser periodista o motivadora, no existe nadie sobre la faz del planeta que pueda hacer algo como tú. Es por eso que no debe preocuparte la competencia. Lo más importante es que tienes que creer en lo que estás haciendo y eso te elevará sobre tus competidores.
Excusa 6: Mi pareja no me lo permite
En alguna ocasión llamó una oyente a mi programa de radio para decirme que su jefe le había propuesto ser la gerente general de su departamento, lo que representaba más trabajo y responsabilidades, pero a la misma vez la satisfacción de haber escalado hasta esa prestigiosa posición. Sin embargo, ella iba a dejar pasar esta oferta.
—¿Por qué no vas a tomar esta gran oportunidad? —pregunté sorprendida.
—Mi marido no me deja —expresó con una voz de niña regañada.
—Y si tu marido no te deja ir al baño, ¿tú no vas? —le pregunté sarcásticamente.
—No María, lo que sucede es mi esposo está acostumbrado a que le dedique mucho tiempo y dice que con este nuevo trabajo lo voy a ignorar, y anoche me dijo: “¡Tienes que escoger, el trabajo o
nuestro matrimonio!” —confesó.
—Tu esposo es muy egoísta —dije casi molesta.
—Creo que me quiere demasiado —respondió ella.
—Un hombre que te da a escoger entre “tu matrimonio o cambiar tu forma de vestir”, “tu matrimonio o seguir con tu mejor amiga”, “tu matrimonio o perseguir tu sueño”, no es alguien que te quiere demasiado, es más bien alguien que te quiere, pero ¡controlar, y manipular! —dije, queriendo espabilarla.
—María, tienes razón, voy a aceptar la oferta de la gerencia, y en cuanto cuelgue contigo le diré a mi marido: “Tu serás quien escoja... ¡una esposa a quien le encanta su trabajo, o renuncia a tener esposa!”
Si al igual que mi oyente tu pareja no te apoya para desarrollarte es porque en el fondo sufre baja autoestima y tiene miedo de que te superes y que tal vez lo dejes, o quizás sencillamente es un amargado que no le interesan las cosas que te hacen feliz, o es un egoísta que sólo piensa en él y en sus propias necesidades.
Un hombre “controlador”, como el del caso anterior, frecuentemente hace comentarios que te hacen sentir inferior y llegas a creer que él tiene la razón. Además, para tenerte bajo su control, elogia tus talentos y te pone en las nubes, pero luego te humilla sacando a relucir tus errores. Por el contrario, si en algún momento eres tú la que le señalas alguno de sus errores, se enfurece tanto que te hace sentir culpable. Entonces, cuando se da cuenta que estás tan decepcionada que “vas a mandarlo a freír patatas”, te pide perdón llorando y se arrepiente, pero al poco tiempo vuelve a hacer lo mismo y el círculo vicioso continúa.
El primer paso para detener a alguien que te quiere controlar es dejarle saber que conoces su juego y que no estás dispuesta a participar en él. Luego establece límites de su comportamiento,
lo que vas y no a aceptar. Y por último exige un tiempo límite para que mejore su conducta y demuéstrale que no estás con miedo a tomar medidas extremas como una separación o quizás
un divorcio.
Si al igual que mi oyente, tu excusa para no perseguir tu sueño es tu pareja, es hora de eliminar la excusa o la pareja.
Excusa 7: No tengo dinero
¿Sueles cenar en restaurantes con frecuencia?, ¿tienes glamorosas uñas acrílicas?, ¿cuántos pares de zapatos abarrotan tu closet?, ¿usas bótox para disimular las arrugas? ¡Por lo tanto, no me digas que no tienes dinero!
Acaso no has notado que cada vez que gastas en algo relativamente innecesario, o cada vez que te dices: “Es un pequeño lujo, pero creo que lo valgo”, de todas formas encuentras la manera de
tener dinerito.
Yo me pregunto: ¿Qué pasaría si pensamos que eres una persona que no tiene recursos económicos, tampoco dinero ahorrado y vives cheque a cheque, pero de repente te enteras que padeces una enfermedad crónica y que te quedan escasas dos semanas de vida y que, por lo tanto, la única forma de salvarte es buscando una medicina en la selva amazónica que cuesta ¡diez mil dólares! y eso no incluye los costos de viaje. ¿Dirías: “Lo siento, pero no tengo dinero, así que me tengo que morir”?... ¡Claro que no! Irías corriendo con tus familiares, amigos y hasta vecinos a pedirles prestado, limosnearías en las esquinas de las calles, venderías tus pertenencias, hasta te verías tentado a robar, en ! n, harías todo lo que te fuera posible para conseguir esos diez mil dólares. De eso no me cabe la menor duda. Esto quiere decir que tú tienes la capacidad de crear recursos.
Claro que no estoy diciendo que vayas a robar, o que te pares en una esquina a extender la mano para pedir unas monedas, sino que todos tenemos la capacidad de crear dinero. Y es que el dinero
puedes atraerlo usando tu mente y creatividad.
¿Dónde te situaste?
Luego de conocer las siete paralizantes excusas que nos impiden abandonar nuestra “zona de confort”, te pregunto: ¿Con cuál excusa te identificaste más?
Cualquiera que sea tu pretexto favorito, éste representa subconscientemente un escudo que usas para no enfrentar el miedo a cambiar, o a tomar una decisión. No obstante, para demostrarte que tu excusa no es válida, te sugiero que pienses en ella. Por ejemplo, supongamos que hace años tu pareja te maltrata verbal, o físicamente y sabes bien que esta relación no te conviene, pero tu excusa para quedarte es: “No tengo dinero, sola no puedo mantenerme”.
Ahora supón que tu pretexto desapareció, en otras palabras, imagina que repentinamente aparecieron los medios para vivir sola. Te pregunto: ¿Qué harías? ¿Irías corriendo sin mirar
atrás? o quizás en ese momento el miedo te hace sacar otro escudo y dices: “Voy a esperar un poco, ¡no es el mejor momento!”
Cada ocasión que le pido a las personas que hagan este ejercicio de desaparecer la excusa, la mayoría de las veces sacan otra más a relucir.
Éste fue el caso de Sonia, una estilista que conocí en uno de mis seminarios. Al finalizar el evento, se me acercó para decirme que en sus años de práctica ella había sido la “consejera” de sus clientes y disfrutaba inmensamente escuchar sus problemas, así como motivarlos a buscar soluciones. Según ella, se había dado cuenta que lo que realmente le apasionaba en esta vida era ser motivadora, por eso le dije:
—¿Vas a dejar los cortes de pelo para dedicarte a la motivación?
—¡Oh no! —respondió titubeando— “no estoy preparada”, antes de introducirme en este campo, necesito más experiencia puesto que hay “mucha competencia”.
—Pues te voy a ayudar a lograrlo —dije con una sonrisa— estoy dispuesta a entrenarte.
—María, no sabe cómo le agradezco su ofrecimiento —dijo emocionada—, el inconveniente es que mi niño está de vacaciones, así que en este momento “no tengo tiempo”.
—No te preocupes, puedes traer al niño a mi o! cina —reiteré.
—Qué amable eres María —dijo cariñosamente— pero casualmente, este mes están mis suegros de visita en la casa, “no es el mejor momento”.
—Entonces, el mes que viene, luego que se vayan tus suegros comenzamos —dije, tratando de buscar una solución.
—María, el problema es que “no tengo el dinero” para pagar por este entrenamiento.
—Mijita, ¡yo no te voy a cobrar nada! —le aseguré— sólo quiero ayudarte.
—Muchas gracias por su generosidad —interrumpió—, pero tengo que confesarle que mi esposo es muy celoso, primero tengo que hablar con él, quizás “no me lo permita”.
—¡Mujer, éste es tu sueño! —le dije un tanto molesta— no puedes dejar que nada, ni nadie te detenga. Si él te quiere tiene que apoyarte. ¡Hoy mismo debes hablar con él! —dije casi imponiéndole
una orden.
—María, me voy a sincerar con usted —dijo muy seriamente mirándome a los ojos—, quizás le di algunas excusas y me disculpo por ello —continuó— pero la realidad es que ya ¡estoy muy vieja!
Detén el círculo vicioso
Las excusas que antepones cuando se te presenta un posible cambio en cualquier ámbito de tu vida, son un círculo vicioso que te mantiene haciendo lo mismo y no te permite prosperar.
Curiosamente sucede que, a pesar de que encuentras soluciones reales para aceptar y hacer dicha modificación, de todas formas inconscientemente buscas otro pretexto. Esta rutina no te hace feliz, pero te sientes conforme con ella porque no te estás arriesgando a perder lo poco o mucho que hayas alcanzado hasta ese momento, y por lo menos te mantienes familiarizada con tu ambiente, aunque sigue habiendo algo en él que te incomoda.
En este momento, por ejemplo, con seguridad experimentas esa sensación de querer hacer alguna transformación en ti o en tus hábitos, o bien pretendes tomar esa decisión que has estado
pensando durante mucho tiempo pero que todavía no te atreves, comenzando con dar el primer paso. Quieres inclusive correr riesgos, o iniciar diálogos que precisas tener con alguna persona clave
en tu vida, pero no lo haces por el miedo a fracasar, por tu miedo al rechazo o “al qué dirán”, por miedo a cometer un error garrafal; por miedo a sufrir, miedo a sentirte vulnerable, o hasta por tu miedo a triunfar.
¿Sabías que el 65% de las damas le tienen miedo al éxito mientras que sólo un 10% de los hombres le temen?
Esto se debe a que la mayoría de las mujeres piensan que al superarse profesionalmente
descuidarán la familia y se sienten culpables. Entonces usan este pretexto:
“¡No quiero más responsabilidades!” Y por último, si eres de las que dice: “Mi problema es que tengo
dudas si realmente eso es lo que quiero hacer, que tal si tomo el paso y después me arrepiento”, Déjame informarte que “tengo dudas” ¡es otra excusa!; tú bien sabes que deseas hacerlo, pero el miedo te hace pensar que no estás segura de tu decisión. Y es que en verdad créeme que el miedo te hace pensar que no puedes triunfar, o que ni siquiera puedes mantenerte tú sola.
Escrito por: María Marín