Noviazgos

¿Novia serial o vida en unitario?

noviaserialEl miedo a la soledad

Escrito por: Chuchi González

La sociedad en la que vivimos nos ha contado un hermoso cuento desde que éramos niñas, que en alguna parte de su trama, un hombre y una mujer, se enamoran, se casan, forman una familia y viven felices para siempre. Desde la Cenicienta a Crepúsculo, todos los personajes buscan un mismo camino: la vida de a dos; y esta senda parece formar parte del imaginario colectivo como condición humana.

Cuando el tren de la vida nos acerca a determinadas estaciones cronológicas; los veintipico, los treintaymucho o los cuarentas, muchas mujeres encienden el turbo interior, ponen el pie en el acelerador y activan todas las antenas, “para detectar” a ese otro que complete el rompecabezas de la “cajita feliz”. Y en el afán de “cumplir” con los desatinos sociales se embarcan en relaciones destructivas y peligrosas. Uno para elegir siempre hace un balance entre el deber y el haber, y en cuestiones de creencias sociales, entre “lo que a uno le dicen que debe hacer” y “la soledad”; gana la mayoría de las veces “el deber ser” (Obvio que hay excepciones, como quién escribe, pero hablamos de la generalidad).
Y saltando de un sapo a otro sapo, cometiendo repetidos crímenes perfectos, las mujeres desesperadas se convierten en novias seriales con un objetivo claro y definido: el matrimonio o “aguantar” el peso de la institución cuando ya dieron el sí- aunque la vida haya perdido su color flamingo (parafraseando a mi amiga Fernanda).
Pero ¿De dónde surge el miedo a la soledad? Gran parte de nuestro bagaje emocional se ha edificado en relación a nuestro intercambio con el mundo, y los vínculos que creamos con él marcan nuestras vidas. Somos seres dialógicos, todas las relaciones que hemos tenido y tenemos se inscriben en nuestra emocionalidad, y desde ahí observamos la vida. Nuestras madres desde que han podido peinarnos, no dejaron de pasar el peine sin ilusionarse con el príncipe azul que nos rescataría en algún momento, los primeros juegos que jugamos con las muñecas ya hablaban de nuestra conducta de representación: “¡jugamos a la mamá y al papá!”, la literatura infantil inclinada a una naturaleza débil, inocente, frágil y dependiente de las mujeres; las telenovelas con protagonistas castas, puras y obsesionadas por un único hombre, yLa felicidad de tu ser no depende del encuentro con un “otro”, sino de tu auto-aceptación y de ella tu realización las burlas eternas sobre las “señoras cuarentonas y el pescado sin vender”.
Todas esas imágenes nos han influenciado de una forma absoluta, nuestro cerebro capta a diario un shock de información, aprobamos la que según nuestros filtros perceptivos se acomodan a nuestra escala de valores, pero ¿Quién nos inculcó esos valores? ¿Cuántas veces hemos replanteado los juicios que tenemos respecto de las cosas?
El miedo a la soledad surge del abismo entre las relaciones deseadas por nosotros e indicadas por los otros (o estado deseado) y las relaciones que supimos conseguir (existentes).
La soledad ha sido vendida como una “amante inoportuna” en palabras de Joaquín Sabina, en ese desacierto que nadie quiere vivenciar, ¡somos sociales! (nos han dicho), entonces ¿cómo podremos vivir solos? ¿Quién quisiera ser cómplice de la soledad?
Acaso, ¿mantener una relación amorosa en la que no nos sentimos plenas, no es sinónimo de estar solas?, ¿Cuántas veces quisieras tomar una muda de ropa y volver a empezar? ¿Qué te detiene? ¿El dedo acusador de la sociedad que te dirá que has fracasado?, ¿el temor a volver a empezar? ¿La costumbre? ¿Los hijos? ¿Los factores económicos? ¿El supuesto dolor de un abandono o ruptura?
Sea lo que sea que te detenga a seguir o te lleve a una ilógica marcha por “consumar” una costumbre, debes comprender de manera cabal, que la felicidad de tu ser no depende del encuentro con un “otro”, sino de tu auto-aceptación y de ella tu realización.
No son los hijos, ni el esposo, ni la vida en pareja, los súper héroes que te salvarán de las acciones u omisiones que has tomado y te han llevado hasta dónde estás; ni de la insatisfacción personal, ni de tus carencias afectivas no cubiertas en la infancia, ni de tus traumas.
Nadie nos salva de nada. Tal vez, por mucho, alguien nos puede acompañar y con su presencia hacer más dinámico, divertido, y placentero el viaje.
Reflexiona, en la actualidad estás ¿Sola o sin compañía?
Disfruta de tu espacio, conócete para que en el tiempo por venir, cuando exista la conexión con otro ser, tú puedas darle lo mejor de ti y crear una relación sana y constructiva.

Escrito por: Chuchi González
Coach; Escritora; Tallerista Motivacional

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