Bienestar

Pepe y los libros

pepe_y_los_librosNo era un niño como cualquiera, estaba lleno de sueños e ilusiones, cobijado por los más hermosos recuerdos y, a diferencia de muchos de sus amigos, odiaba el fútbol. Cambió la pelota por páginas, por letras, por fantasías, magia, es decir, libros, en todos sus tamaños, casi todos sus colores y definitivamente todos los temas. Pasaba gran parte de su tiempo leyendo.

Descifró muy a su pesar “El principito” y viajó por los bosques de su imaginación montado en Fújur. Entendió el amor, la amistad y la traición junto a Tom Sawyer y Huck Finn. Supo cómo era el océano gracias a Moby Dick, así que pueden ustedes llamarle… Pepe.

El mundo de Pepe eran los libros, viajaba sin alas y vivía sin mayores contratiempos pues creía en Dios y, de conformidad con sus vivencias, estaba seguro de su existencia. Pepe había leído ya muchos libros, algunos los calificó como buenos, otros no tanto, algunos le habían gustado pero seguía esperando aquella historia que lo dejara sin aliento, que lo maravillara. Incluso por las noches soñaba con el sentimiento que tendría al poder leer aquel cuento que lo dejaría perplejo, quería ser el único poseedor de tal historia.

Poco a poco fue bajando su nivel de exigencia, al inicio de la búsqueda Pepe solicitaba un libro con una portada nunca antes tocada por nadie, tenía claro que lo primero que vería en el siguiente libro sería el plástico que revelaba la pureza y virginidad de la historia que tanto anhelaba leer. Esa pretensión, llevó a Pepe a no leer en varios años, la mayoría de los libros del lugar en el que vivía ya se encontraban abiertos, lo que implicaba que ya otro u otros sabían la trama y por lo tanto él no sería el único. Esos libros eran ignorados por Pepe.

Después de desayunar aquél día cualquiera, Pepe decidió parar en la librería de costumbre visitada, jamás pensó que aquél día cualquiera evolucionaría su presente y su futuro. La cobertura de aquel escrito no era parecida a nada que antes Pepe hubiera visto, era de un color verde singular y ese color no era de los favoritos de Pepe, los libros que acostumbraba no tenían portadas verdes.

La pasta no tenía plástico. El libro frente a él salía de todos los márgenes de lectura que Pepe acostumbraba y aún así le parecía el libro más atractivo, deseaba con ansias poder tocarlo para abrirlo y leer sus primeras letras. La historia inserta en aquel libro misterioso y ajeno a las costumbres de Pepe no era común ni corriente, el primer capítulo fue leído por Pepe sin problemas pero al terminarlo se sintió culpable porque le gustaba, porque había traicionado las reglas de inicio por él impuestas, así que azotó las pastas y corrió lejos de la librería.

Esa noche Pepe pensó que al huir de ese libro verde misterioso, rebelde, que tenía mucho que contar y que lo llamaba de una forma extraña, todo regresaría a la normalidad. Pepe se repetía todo el tiempo que ante la duda había que abstenerse y desde un inicio el escrito de portada verdosa llenaba de dudas la mente de Pepe. Sin embargo, siete días después Pepe seguía pensando en el libro prohibido y decidió muy en contra de sus estándares ir a visitarlo.

Al estar frente a aquella tentación, confirmó que ansiaba continuar con la lectura del libro y más que sentirse su dueño deseaba sentirse el único conocedor de su historia. En ese momento, Pepe se percató de que no le importaba si otros conocían la historia pues él deseaba realmente conocerla y presumirla al mundo. Pepe tomó el libro se dirigió a la caja y al intentar pagar el libro, el dueño de la librería le indicó que guardara sus billetes pues no había precio justo para tal adquisición. “Lo razonable es que te lo regale”, indicó el bibliotecario.

Pepe se fue muy contento pues pensó que la búsqueda había terminado, ese libro le daría lo que tanto anhelaba. Al llegar a su casa, Pepe se percató que el libro no tenía tantas páginas como a él le gustaría pero continuó la lectura, todo parecía normal, hasta que Pepe terminó el segundo capítulo. El grito que Pepe exclamó despertó al bebé de la vecina de al lado de la casa de Pepe y éste jadeaba, sus ojos se abrieron como dos huevos cocidos, simplemente no podía creer lo que veía.

Pensaba que esa historia que tanto había estado esperando no estaba inserta en ese verdoso libro, se entristeció mucho porque aquel libro no contaba la historia que lo maravillaría, hojeó el escrito con agresividad y con desesperación buscando algo que sólo Pepe sabía. No tuvo suerte, sin importar las veces que hojeó y hojeó no encontró lo que él buscaba, las hojas simplemente estaban en blanco.

Decepcionado, triste y desorientado Pepe salió de su casa con el libro en la mano, estaba decidido a regalarlo. Mientras caminaba pensaba en las señales que le habían aconsejado no tener aquel libro, mismas que Pepe ignoró. El libro era verde y a él no le gustaba el verde, se lo regalaron y eso –según Pepe- notaba lo poco que valía. “No debí alejarme de las reglas que impuse desde el inicio en mi búsqueda” se repetía una y otra vez.

En el camino hubo muchas manos que pudieron ser poseedoras del libro de Pepe, pero por alguna razón él se arrepentía al instante de entregarlo, no quería deshacerse del libro. Cansado de caminar Pepe se sentó en un macetón redondo sin planta y como estaba distraído estuvo a nada de caerse, cuando otra espalda sostuvo su peso. “La distracción provoca accidentes”, dijo el dueño de la espalda con la que hizo equilibrio.

Pepe volteó y lo miró fijamente, era muy desconfiado y con sigilo escondió el libro debajo de su pierna derecha ¿Porqué protegía el libro si ya no lo quería?, se preguntó mientras dudaba del anciano que tenía detrás. Me llamo Dante, le dijo el anciano a Pepe. Mucho gusto musitó Pepe con recelo. Alguna vez estuve como tú-le dijo el anciano-decaído y desencantado.

Pepe se enojó ante la aseveración del anciano porque no le gustaba ser tan transparente, así que le contestó al anciano “No sé a qué se refiere, simplemente estaba cansado y decidí sentarme a descansar”. Estaban sosteniendo la plática espalda con espalda y el anciano le contestó que a él no le gustaba el azul y también quiso regalar un libro alguna vez, un libro de pasta azul, pero no lo hice y no me arrepiento, con el tiempo descubrí que lo importante de la vida es la vida misma y la viví con ese libro azul, lo agradezco, concluyó el anciano.

Pepe se asustó y de un brinco se encontró con el piso. El anciano le gritó “¿Por qué solamente quieres leer si también puedes escribir?”. Yo les digo, no podemos dar sin querer recibir y no podemos solo recibir sin desear dar.

Pepe decidió continuar al día siguiente con la búsqueda sin suerte, un día más regresaba a su casa decepcionado porque no había encontrado el libro que lo maravillara y encima de todo el libro de pasta verde había desaparecido, Pepe lo alejó y ahora debía asumir las consecuencias de sus actos.

Ésta historia pudo haber tenido otro final, uno irreal, un final de cuento de hadas o de telenovela, en el que Pepe valora su libro de pasta verde y muestra valentía y arrojo al hacer a un lado las ideas preconcebidas y escribir historias propias. Pero no, el mundo real sobre el que nos levantamos todos los días carece de finales utópicos, lo cual no es necesariamente malo sino simplemente cierto. Y en éste caso lo cierto es que Pepe no quiso construir historias, al menos no con ese libro de pasta verde.

Pepe seguirá buscando obstinadamente y sobre todo inocentemente aquel libro que lo maraville porque busca solo obtener sin dar, deseo de todo corazón que lo encuentre. El libro de pasta verde le ofrecía dos capítulos de pasado pero le regalaba, mediante las hojas blancas, la oportunidad de escribir junto con él otras historias que con el tiempo se convertirían en recuerdos, los cuales pudieran ser recordados por ambos en un futuro.

Hay personas que no valoran los regalos que la vida les otorga, hay personas que no entienden, no logran descifrarlo y viven en un mundo paralelo, lejos de lo que realmente es la felicidad, alejados del verdadero significado de las cosas e inmersos en ideas preconcebidas, prejuicios. Simplemente cerrados a la vida cuyo mecanismo es saber dar y saber recibir.

No los juzguen y mucho menos los culpen, simplemente no han despertado y ustedes no podrán despertarlos, no se enterquen, no sean necios, esa inconsciencia sentimental, interna, debe ser animada por el que duerme, sólo por él y por nadie más. Algunos despiertan y otros viven pensando que ni siquiera están dormidos pero al morir solamente cambian de cama.

Cuando en la vida se nos presentan cosas que descartamos de inicio por su apariencia, desperdiciamos momentos preciosos que tal vez no conozcamos si no nos damos la oportunidad. Al juzgarlas en base a ideas preconcebidas nos cerramos para conocerlas, valorarlas y aportar algo más para hacer un conjunto impenetrable, respetuoso y duradero.

No hay un solo libro que la historia en él inmersa maraville, hay muchos. Pero solamente hay una historia única, la tuya, la que construyes, la que contarás algún día. Procuremos que esa historia sea construida con respeto, con amor para que al contarla transmitamos exactamente lo mismo, lo vivido, pero sobre todo procuremos elegir bien el libro sobre el cual la vayamos a escribir, pues una vez escrita, no podrá borrarse.

Escrito por: Evangelina Jiménez

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