La palabra “educación” a veces me suena añeja. En mi mente tiene reminiscencias tipo “la letra, con sangre entra”. Me hace pensar en niños serios, callados y quietos… ¿Niños?
Una de las cosas que siempre me ha dado miedo de mis alumnos es verles perder la sonrisa. Cuando pasan por mis manos en 3º son divertidos, entusiastas, algo habladores, y en los siguientes tres años se les ve amargarse lentamente. Al final acaban callados, inertes… los que acaban. ¿Educados? No lo sé.
El propósito de la educación que está dentro de mi cabeza pasa por otros derroteros. Las personas merecemos ser educadas en la libertad consciente, en la toma de decisiones y el ansia de aprendizaje continuo. Merecemos que nos muestren caminos para que podamos elegir, que nos indiquen posibilidades para que podamos ahondar en ellas.
Nuestros chicos parten con un potencial inmenso en sus cabezas que no podemos modelar según criterios cerrados, es ponerles vendas a unos ojos ávidos de miradas al mundo. Nosotros somos guías en un proceso del que ellos son protagonistas.
La razón de ser de la escuela es el alumno, ¿por qué no trabajamos para que sea el alumno el que se desarrolle, el que imagine, el que viva plenamente su propia educación?. Porque es más cómodo ponerle siempre las mismas cosas delante, hacerle siempre las mismas preguntas, cerrarle la mente en lo que está establecido, en la pasividad.
La educación tiene que ser activa y nosotros debemos trabajar para ello, siendo igualmente activos, proporcionando ideas, herramientas, maneras de que los chicos se muevan en el mundo y muevan al mundo.
Porque el mundo no es siempre igual, y ha quedado demostrado largamente en los últimos diez o quince años. Y yo que pensaba, en mi adolescencia, que había nacido en mala época, donde “todo estaba inventado y no había nada nuevo por encontrar”.
Las nuevas tecnologías han dado impulso a tantas cosas, han supuesto tener el conocimiento global más a mano, han llevado a los niños hacia su propia evolución que tiene que ser la nuestra, de paso. La educación necesita integrar todas esas nuevas formas de tratar y ver el mundo en que vivimos, debe asimilarlas y trabajar con ellas para que los alumnos de hoy sean esos adultos de mañana preparados para lo que aún ha de venir, porque no todo está inventado, ni tan solo ahora.
Hay que educar en la visión global, en el conocimiento propio, en el trabajo colaborativo… ¡qué importante se está haciendo el compartir y qué poca idea les damos de ello!
De estas cábalas, compartidas con algunos compañeros, surge una idea: creemos un encuentro permanente, global, dándole forma poco a poco, introduciendo ideas a partir de cada una de las reuniones que tengamos. Una escuela abierta y plural, donde nosotros mismos aprendamos el modo en que enseñaremos.
Porque juntos siempre se aprende mejor, educando de un modo más cercano a la realidad que nos envuelve. El futuro hecho presente.
Escrito por: Isabel Ruiz