Bienestar

¡Qué padre!… descubrí mi error

upsDe cómo estamos predispuestos a nuestras tontas creencias

Cada año es lo mismo, decía Jimena con cierto tono de enojo. Hago mi lista de propósitos, tengo la firme convicción de llevarlos a cabo, hago uso de todas las ayudas posibles y espero al 31 de diciembre para emprender mi nueva vida. Justamente hace un año me había propuesto trabajar. Ya todos mis hijos comienzan a ser adolescentes y tengo tiempo para hacer algo y ganar un poco de dinero. Me encanta dar clases y por eso me había fijado la meta de hacerlo este año. Pero ya se me vino el tiempo encima y no hice nada de lo que quería. Estoy enfadada conmigo misma. Cada año tengo mis propósitos y no los cumplo. Y cada fin de año me enojo al ver que no hice lo que deseaba hacer.

Nos justificamos
A Jimena le sucede lo que a muchas de nosotras. Deseamos hacer algo diferente pero no lo hacemos y nos enojamos. Sentimos que no logramos ser todo aquello que podemos ser. Que no trascendemos. Poco a poco nos vamos quedando rezagadas. Nos vamos avergonzando de nosotras mismas. Frustrada, Jimena justifica que en realidad estuvo todo el año muy ocupada con la casa, lo que le impedía buscar alguna oportunidad para dar clase. Tuvo todo un año para dar algunos pasos en el camino deseado pero al parecer no logró hacer nada. Ni buscó trabajo ni se capacitó. ¿Qué pasó con Jimena? ¿Qué fue lo que le impidió dar esos pasos? ¿Por qué ahora se justifica diciendo que en realidad no tuvo el tiempo necesario? ¿Qué siente al ver que sus sueños no despegan?

Pensar diferente

Más allá de las oportunidades que el nuevo año nos brinda, este fin de año nos abre un mundo de oportunidades… sobre el pasado. De aprender de nuestro pasado. De no repetir errores y crecer. Vale la pena recordar que si hacemos algo de una misma manera y siempre obtenemos el mismo resultado pues lo lógico es que si seguimos haciendo lo mismo entonces obtendremos lo mismo. Si queremos hacer un cambio significativo en nuestra vida entonces debemos aprender a hacer las cosas de manera diferente. Se trata de no persistir en el error. De aprender nuevas enseñanzas a partir de los tropiezos cometidos.

Reafirmamos el error
¿Que yo me equivoqué? No para nada. Yo no. Todas las personas estamos construidas para justificarnos. Nuestra mente busca constantemente información que apoye nuestras preconcebidas verdades. Buscamos reafirmar nuestras creencias. No me equivoqué lo que pasa es que todavía falta hacer otras cosas, nos decimos para evitar confrontarnos con el error. El problema radica en que esta reafirmación en el error puede traer causas desastrosas para una misma. A veces se trata de decisiones que tienen que ver con el futuro de nuestros hijos o con las finanzas de la casa. Asuntos mayores que requieren de un equilibrado análisis de ventajas y desventajas.

Errores costosos
Vamos por la vida justificando nuestras tontas creencias, las malas decisiones y los actos crueles que hacemos a otros o incluso a nosotras mismas. Esto no quiere decir que seamos del todo malas sino que buscamos la manera de seguir cometiendo los mismos errores. Nos es muy fácil justificar errores. Es lo natural. Una persona conocida me dijo que ella nunca quiso a su madre pero que su hermana aparentemente adoraba a su mamá. Aquella persona siempre pensó que su hermana era simplemente una barbera. Después de muchísimos años se dio cuenta que su hermana en realidad amaba a su mamá. Pero esta persona siempre pensó que cada regalo o caricia que su hermana le hacía a su madre eran motivadas por razones utilitarias. Todo ello causó un gran conflicto entre las hermanas. Y por muchos años.

Así somos
Reconoce tus errores, la mayoría de las personas te abrirán su corazón al momento que les digas que te equivocaste De acuerdo con la Doctora en Psicología Social, Carol Tavris, los humanos estamos construidos para justificar nuestra propia insensatez. Incluso cuando se nos confronta con información en contrario. Generalmente buscamos datos que comprueben nuestras creencias y hacemos de lado todo aquello que nos contradice. Nos pueden dotar de información científica relevante y de todos modos no la vamos a creer si va en contra de alguna creencia propia. Más aún. Cuando se nos muestra que vivimos en el error, no sólo no lo creemos sino que profundizamos todavía más en nuestros prejuicios. Casi nunca decimos “sí me equivoqué”. Y entre más grande sea la apuesta –emocional, financiera, moral- más dificultad tenemos en reconocer nuestro error.

Desechamos pruebas
Nos pasa con todo lo que hacemos. Si compramos un producto caro para nuestro presupuesto, entonces buscamos ciertos atributos del producto para pensar que hemos hecho una buena compra. Todas las decisiones tienen aspectos positivos y negativos. Al tomar una decisión entra en nosotras una serie de auto justificaciones, donde resaltamos lo positivo y desechamos lo negativo. De esta manera no nos sentimos tan mal al haber hecho una compra cara. Otro ejemplo: Una persona que le es infiel a su pareja suele justificarse de mil maneras para lograr apagar sus sentimientos de culpa y ansiedad. No me quiere. No le importo. Me descuida. Sea o no verdad, el infiel justifica así sus acciones.

Ambigüedad frustrante
Jimena quería trabajar profesionalmente. Era su propósito para este año pero no lo logró. ¿Qué pasó? Quizá Jimena no está preparada para dejar el quehacer del hogar. Debía escoger entre dos actividades contradictorias. Quería trabajar y ganar dinero pero también quería seguir cuidando al máximo a su familia. Al tomar uno de esos dos caminos, Jimena se siente frustrada. Para lo cuál entran mecanismos de auto justificación: es que no tuve tiempo. Así logra reducir la incomodidad que le causa haber decidido una acción en vez de la otra. Lo malo es que la frustración persiste como lo manifestó Jimena justo al evaluar lo hecho por ella durante este año.

Armonía y disonancia

Nos aferramos a nuestras creencias aún cuando la evidencia nos favorece. Si una persona tiene baja autoestima y de pronto resulta que la gente le reconoce algún talento, entonces la persona desechará los cumplidos que recibe pues de esta manera seguirá aferrándose a la percepción –negativa- que tiene de sí misma. La disonancia interna la disminuye diciendo que aquél buen resultado fue un golpe de suerte y nada más. Haremos todo para mantener nuestras creencias aún si son totalmente equivocadas. Por eso un primer paso es estar alertas cuando nos sentimos incómodas por decisiones tomadas. Probablemente estemos tomando un camino que no necesariamente nos conviene y que lo hacemos así simplemente por preservar ciertas creencias.

Mente flexible
Es cierto, todas nos equivocamos. Y ahí es donde tenemos dos alternativas: O nos justificamos, o crecemos. Al tomar una decisión equivocada le sigue otra y otra. Como si bajáramos del lado contrario de una pirámide, al final llegaremos hasta abajo pero en el lado equivocado. La auto justificación aumenta los prejuicios y genera corrupción, modifica la memoria para ajustarla y confirmar así nuestras creencias, nos vuelve arrogantes, genera pleitos familiares y laborales, crea injusticias, desaparece el amor. Lo bueno es que al comprender que tenemos esta tendencia de justificarnos a toda costa, entonces comenzamos a tener una mente flexible. Nos vamos adaptando con mayor facilidad a las ambigüedades de cada día. Fluimos. Crecemos.

Ilumina tu camino
Reconoce tus errores, la mayoría de las personas te abrirán su corazón al momento que les digas que te equivocaste. Agradece cuando alguien te haga ver algún error, lo harás sentir valioso y tu crecerás. Si sientes ansiedad, culpa, enojo, pena, quizá has tomado una decisión que requiere repensarse a profundidad para no cometer el mismo error otra vez. Cuando dudes, busca más luz hasta comprender más a fondo. Rodéate de gente que piense diferente a ti, así aprenderás a tener nuevos puntos de vista. Siéntete orgullosa cada vez que reconozcas haberte equivocado.

Escrito por: Equipo SuperMujer

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*