Hace algunos meses estuve a punto de morir debido a un ataque al corazón. Cuando regresé a casame alegré de ver a mis hijos y a mi esposo; desde entonces he tenido la sensación de que después del accidente volví a nacer. Mi único propósito de ahora en adelante es tratar de ser feliz y disfrutar la vida.
¿Es normal que un suceso como el que viví, de pronto me haya inyectado energía para luchar por mi felicidad?