Bienestar

Resistencia a las reglas

resistencia-a-las-reglas-2Hace unos días mi sobrino de cinco años en Argentina protagonizó un evento que me sirve de puntapié inicial para este texto. El niño con sus padres abordaron un taxi en busca de un cajero automático, al llegar a uno el taxi se estacionó y Joaquín le pregunta al taxista con inocencia y euforia propia de su edad: “Señor, usted sabe ¿qué significa ese cartel?” A lo que responde el taxista: “Sí, claro, es una señal de tráfico, que quiere decir prohibido estacionar” y Joaquín responde: “Entonces ¿me puede explicar usted para qué se estaciona?”

Más allá del orgullo personal de ser la tía de ese enano insolente e inteligente; rescato esas palabras como fuerza motora de las tantas acciones que a diario ejecutamos.

Parece que la observancia y respeto de las reglas, normas y acuerdos son buenos cuando los demás tienen que cumplirlas; pero si estamos apurados, llegando tarde a un encuentro, no pasa nada al “pasar un semáforo en rojo”, o “parar sobre la senda peatonal”, o “pasear sin correa a mi perro”.

Constantemente rompemos acuerdos aceptados por nosotros mismos, y constantemente vivimos las consecuencias de esos actos; sólo que no vienen con la etiqueta aclaratoria: “Consecuencia de su acto 114”; simplemente nos suceden, y nosotros inocentes creemos que “tenemos mala suerte, que no nos quieren, que no se puede confiar, etc.”

Sin embargo, cada vez que rompemos un acuerdo, lo que hacemos es triturar en mil pedazos la palabra dada; eso genera una baja de acciones en cuanto a nuestra imagen. ¿Quién puede confiar en alguien que dice una cosa y hace otra? ¿Es íntegro un ser que no es coherente? ¿Es comprometida una persona que no cumple? ¿Cómo nos sentimos con nosotros mismos si en forma recurrente decimos algo y hacemos lo contrario?

¡Te acuerdas eso de… empezar la dieta los lunes… y nunca llega el año de ese lunes en que vas a comenzar!

Y lo que es peor aún, no nos damos cuenta, no tomamos conciencia, de que cada vez que rompemos un acuerdo, le damos al otro el derecho de reclamar.

Ciertamente, la mayoría de las personas dicen y se ufanan: “las reglas están para romperse”. Es un discurso adolescente; las reglas están para normar, ordenar, establecer una convivencia. Nos permiten convivir y coexistir; integrarnos y accionar en comunión.

La creencia nefasta de que “No me gustan que me ordenen, o manden” nos hace reaccionar en formar rebelde hacia las pautas que nos indican un “cómo”.

Nos sentimos agredidos y violentados en nuestra identidad; pero también podría hacer otra lectura, y sentirnos protegidos, cuidados, tenidos en cuenta, y respetados.

Nuestra personal resistencia a todo lo que implique una autoridad o ente superior nos desenfoca de nuestros proyectos y nos debilita.

Las normas y reglas están para ser llevadas a cabo para que el mundo sea un lugar mejor cada día para vivir; todo lo que hacemos o no hacemos afecta; por eso empieza a respetar a los demás, para que también te respeten y practica el auto-respeto.

Escrito por: Chuchi Gonzalez

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