Publicador por: Amelia.
Había una vez una mujer que había decidido convertirse en Buda. Sería una mujer en busca de la iluminación; una Bodhisattva. No perdió tiempo. Se fue directo a la India. Trabajó sin parar. Habló con decenas de personas, lo hacía con sumo interés para aprender. Se dedicaba a ayudar, a cocinar, a limpiar, iba y regresaba, subía y bajaba, y todo lo hacía de manera casi perfecta. Su mal genio no era impedimento para tratar de ayudar a las personas. Lo hacía rápidamente y lo hacía a cada instante.
Una vez fue a visitar a un maestro para externarle su preocupación y pedirle su ayuda.
- Ya no puedo meditar, no puedo concentrarme.
- Anila, eres una mujer con muchos talentos. Pero hay algo que debes aprender.
- ¿Qué es? ¿Qué es? – preguntó de manera ansiosa la mujer.
- Debes aprender a perder el tiempo.
- ¡Qué dices¡ Pero si hay mucho que hacer. Eso no es budismo.
- En tu caso, es el buda que yo pienso para ti. Aprende a perder el tiempo y te irá mucho mejor.
En el budismo, se procura que las personas sean espontáneas como los niños, libres y naturales. De la misma manera que un gato se levanta, recorre, descubre, y juega, de la misma manera se nos orienta a ser personas genuinas a través del juego. Se trata de romper la rigidez de la rutina y despertar la alegría a través de la creatividad y la sinrazón.
En apariencia inútil, el juego nos enseña a disfrutar el momento, a compartir el presente con otras personas, a sonreír desde nuestro interior. Además, jugar es para todos. Lo único que necesitas es ser libre para seguir a esa niña juguetona.
No pierdas tu tiempo, sal a jugar.