Escrito por: Equipo SuperMujer
“Se siente padre, más bien ya ni sé qué siento, estoy girando en un tacón de tanta cosa que traigo adentro pero sé que no podría estar mejor, no me importa la cruda que me pueda dar, es prudente que no piense en eso, si no me voy a malviajar y no quiero. No hay peor cosa que estar hasta la madre y empezarse a preocupar por algo del mundo exterior, una vez que entra el gusanito del pendiente ya no hay como sacarlo, sólo metiéndome más droga logro olvidarlo”. Regina Kuri, tenía 13 años cuando probó por primera vez la droga del alcohol. Así comenzó una espiral que la llevó durante 14 años por caminos cada día más oscuros hasta terminar llena de miedo, sin voluntad para vivir y generando un gran dolor a su familia.
Vida circular
Regina pensaba que su adicción era un asunto personal. Que ella no afectaba a nadie. Que lo hacía como diversión. Pero su vida era un torbellino que iba arrasando con todo a su paso. Mentiras, engaños y agresiones eran actitudes de todos los días. “Ya me hartó que me estén diciendo anoréxica, antes me decían flaquita preciosa y ahora todo el mundo me dice que estoy anoréxica y demasiado flaca, con nada se les da gusto. Odio tener que aparentar que no soy una anoréxica. Tengo veintitrés años y me siento vieja. Quizá sí me estoy pasando de lista, peso 49 kilos y mis brazos parecen unos fideos. Yo que busco la libertad, estoy más encadenada que un reo”. Así lo recuerda Regina en su libro Girando en un tacón.
Destino: La muerte
Las adicciones son una carrera a la muerte. A la autodestrucción. Manejar bajo los efectos del alcohol es buscar morir afanosamente. En algunas ocasiones los alcoholizados terminan con su vida ya sea porque fueron a dar contra un poste o porque envalentonados buscaron pleito en alguna cantina. En otros casos, los borrachos llegan a matar a inocentes por lo que terminan sufriendo en una celda no sólo por la falta de libertad sino también por la pena de haber inflingido un grave dolor a una familia desconocida. No pocos homicidas, involuntarios o no, relatan que los muertos se les aparecen en las noches sentados a la orilla de su camastro. La droga es el gran engaño. Un gran autoengaño. Eso no me va a pasar a mí, recuerda Regina cuando relata la muerte o el encarcelamiento de sus compañeros de parranda.
De todos tipos
Hay gente que piensa que por no consumir tal o cual sustancia entonces no es adicta. Lo cierto es que podemos engancharnos hasta volver nuestra vida miserable con casi cualquier cosa: drogas, trabajo, sobrepeso, delgadez, sexo o, incluso, hasta religión. Todo extremo nos lleva a una vida esclavizada y fuera de la realidad. Es muy fácil caer en la esquizofrenia si se es adicto entre los 19 y 25 años de edad. Por donde se le vea, los riesgos son enormes. La cocaína causa estragos en la conciencia. La mariguana destruye la memoria. El alcohol acaba con varios órganos vitales. Estrés, presión alta, enfermedades mentales y una gran variedad de consecuencias físicas generados por cualquier adicción.
Comida es peor
De acuerdo con Juan Carlos Gil, especialista en adicciones de la Clínica Claider, de las enfermedades compulsivas más comunes quizá la más grave es la que se refiere a trastornos alimenticios. “La comida es vida, sin alimento morimos. Cuando un adicto escoge no comer está optando por la muerte. De todos los casos que me ha tocado tratar, los más difíciles son los bulímicos y anoréxicos. Un alcohólico puede optar por no ir a la cantina pero un anoréxico se enfrenta a su substancia tres o más veces al día. Y por lo general son los que más se niegan a sí mismos el daño que se causan. Al final la sustancia es lo de menos, lo importante es reconocerse como una persona adicta”.
Lo social
No es sencillo mantenerse sobria. La adicción tiene un origen multifactorial. Desde lo social hasta lo individual pasando por la familia. De acuerdo con Gil, uno de los componentes más sofisticados es la idiosincrasia actual: la exigencia social es que todos tenemos que ser muy importantes. Y como no se puede responder ante tan grave exigencia, el adicto recurre a una muleta. Ante el vacío existencial creado en parte por la absurda demanda por “ser famosos e importantes”, el adicto recurre a la muleta del alcohol o lo resuelve comiendo compulsivamente o dejando de comer o con una sexualidad desbordada o…
Lo personal
En los adictos hay una sensación de abandono. A veces real, a veces percibido. De aquí que la relación con los padres es fundamental, a veces como causa a veces como prevención. Según Gil, la adicción es la búsqueda del padre. Un padre amoroso pero sobretodo un padre que enseña a los hijos a ser responsables. Que sabe poner límites. Que enseña a sus hijas a ser pudorosas para que sepan respetarse a sí mismas. “Conozco padres que de regalo de 15 años mandan a su hija con el cirujano para que le aumenten el busto. Mujeres que con el paso del tiempo acaban con su vida ahogándola en el alcohol o las tachas”. La figura paterna jugó un rol fundamental en la creación de adictos.
Adictas al mal hombre
No todo adicto tiene en su haber a un mal padre. A veces un adicto busca a un padre ausente por su muerte. En otras ocasiones, se trató de un padre amoroso y responsable pero la hija vivió una experiencia de niña muy desagradable, traumática, que la hace chocar con su figura paterna. O bien que la hace temerosa ante los hombres. De aquí que muchas mujeres se vuelven adictas a su pareja pues tienen miedo al abandono, al rechazo o al fracaso. Prefieren seguir en su carrera autodestructiva para no enfrentar sus propios temores.
Crecimiento
Paradójicamente, quienes finalmente deciden salir del infierno de las adicciones, enfrentan sus pérdidas, sus temores y sus abandonos, logrando crecer interiormente hasta volverse personas independientes pero al mismo tiempo altruistas. La persona adicta es incongruente por lo que la sobriedad pasa por convertir al adicto en una persona honesta. Para que sus actos, pensamientos y sensaciones estén en sintonía consigo mismo y con su entorno, es necesario que abandone toda pretensión de ser lo que no es. De nuevo la paradoja, el adicto en recuperación es una persona atractiva que no busca serlo.
Solución espiritual
El otro lado de la moneda adictiva es el crecimiento emocional y el amor a nuestros semejantes. El camino para convertirse en un adicto en recuperación es el de abandonar el egocentrismo y voltear a ver las cosas que realmente valen la pena en la vida. Es dejar atrás la auto conmiseración, el egoísmo, la sensación de fracaso y soledad. Es dejar de verse al ombligo para volcarse hacia los otros. Es dejar la soberbia y ser uno más. Se trata de tomar un camino espiritual. Sin fe en una recuperación, cualquier tratamiento ha probado su fragilidad.
Escrito por: Equipo SuperMujer