Bienestar

SÍ DA

sida

 

Escrito por: José Luis Vázquez Doménech

Un silencio espantoso se genera normalmente cuando se piensa o se habla acerca de este virus. Un silencio que muestra la herida abierta de una sociedad enferma. Pero donde las voces se apagan es allí donde la confusión se ha instalado, allí donde la muerte comienza a llamar antes de tiempo.

 

En dicho proceso se comienza a sentir la estafa. La infección, indiferente a la voluntad de vida, sigue el rastro de un cuerpo desarmado. Y los pensamientos se deslizan buscando la respuesta. ¿Quién me ha contagiado? La noria no se detiene.

 

... La ciudad parece haberse rebelado, y errantes desconcertados se sienten desprotegidos en medio de esas calles donde antes habían abrazado el deseo de la noche. Días enteros caminando lentamente, intentando salvar algunas horas y retenerlas, como si fuera ella, la ciudad, la que repartiera el tiempo entre sus habitantes.

El cansancio detiene la mirada y cada vez se hace más presente e inquietante el paso del tiempo... y los pasos que se acercan a la puerta regalan una sonrisa extraña. 

Hasta las fisuras de las paredes se inquietan con la respiración cansina. ¿Cómo ha podido suceder todo? Los compañeros de viaje siguen viajando, interrumpiendo el paso de un cuerpo que, en su flaqueza y debilidad, también desea continuar, aunque la vida sea eso, a pesar de que las flores ya no huelan.

- Bajo el volcán no se está cómodo. Apenas si se puede cosechar. Apenas si se puede andar.

Desde la cama comienzas a vislumbrar figuras que luchan para que el tiempo no se detenga. La batalla contra la impotencia continúa. Escuchas, a lo lejos, los sonidos de unas campanas que van acompasando a tus lentos latidos. El cuerpo ya no tiene dueño... Las llagas horadadas son síntoma del dolor, y del recuerdo. ¿Amanecerá mañana?

- Sí. Sólo estás tú. El debate va cesando poco a poco. ¿Contra qué se ha de resistir?, si ya aprecias que se van olvidando de ti, y sólo quedan los que quedan? Y en tu soledad te aferras a la posibilidad de un nuevo beso. Dolorido.

- Todavía puedes oler la presencia de esas manos que te acompañan no sabes a donde. Y, sin decir nada, te vas...

Sí, da pavor abrazar un cuerpo que se ha dormido. Sí, da miedo pensar que miles de personas se han ido. Sí, dan ganas de salir corriendo.

Afortunadamente, hoy, en el largo pasillo de la vida, se han abierto muchas puertas. Las esperanzas aumentan. Las ilusiones se hacen realidad. Pero queda la lucha para evitar que el sigilo y el encubrimiento se apoderen del pensamiento. Queda por definir la implicación de todas las personas, colectivos sociales, partidos e instituciones para que nadie, portadora de este virus, permanezca en una especie de “marginación consentida”. Porque nada hay peor que la manifestación de rechazo o de olvido, nada hay peor que la compasión, que ese sentimiento de lástima.

Al margen de la medicina, la terapia más importante reside en el comportamiento de todo el mundo.

...Y no hay posibilidad de olvidar tanta ausencia.

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