Escrito por Evangelina Jiménez
Quiero que se acabe el hambre en el mundo y la pobreza, está algo cursi ¡y qué! sí lo quiero, también me gustaría que las relaciones personales fueran menos complicadas y que cuando nos despertáramos todo lo que no nos gusta hacer, esté hecho.
Me encantaría ganar un millón de dólares, que el cigarro no hiciera daño a mis pulmones y a otros órganos de mi cuerpo, que no tuviera que hacer ejercicio para estar en forma, que los pasteles, los helados, los chocolates y toda la garnacha no engordaran. Le construiría un monumento al que inventara las pastillas para sanar el dolor del alma y el quebrantamiento del corazón, me gustaría que la mentira no fuera conocida y que la felicidad saliera en los huevitos de plástico de las maquinitas de la esquina para que todos tuviéramos acceso a ella.
Me fascinaría que los sueños se cumplieran al tiempo del sorbo de un humeante café, gozaría no tener la necesidad de dormir y poder disfrutar en serio de 24 horas diarias para hacer más cosas o poder dormir diez o más horas seguidas. Agradecería que desvelarme no hiciera aparecer bolsas negras y enormes debajo de mis ojos, amaría leer más libros en menos tiempo, ¡Uh! ¿Qué mujer no querría levantarse pintadita y lista?
Parecen tonterías, evidentemente son deseos, pero no me cuesta trabajo decir lo que quiero. Es un buen ejercicio intentarlo primero con banalidades y después con lo real, lo palpable, lo terrenal, lo cotidiano, con lo que sí está a nuestro alcance.
Los verdaderos genios de la lámpara somos nosotros mismos, ejercitemos nuestro cuerpo y nuestro corazón para que nos obliguen a decir en voz alta que es lo que queremos con la finalidad de que se actualice y entonces sí ya reconocido y descubierto luchemos por tenerlo.
De verdad que no es difícil, “no quiero ir a la fiesta porque no tengo ganas”, en vez de mentir y matar a mi abuelita por enésima vez mejor digo lo que no quiero,”sí quiero salir contigo”, en vez de déjame pensarlo, me voy a hacer la difícil un rato, sino va a pensar que soy una mujer fácil, entonces le voy a decir que no.
"No quiero ir con tu familia o con tus amigos, punto". Luchar también por manifestar el NO y hacerlo valer. No estamos acostumbrados a decir Sí o No de forma decidida, ni a decir lo que queremos o lo que no queremos en voz alta. ¿Por qué no? si lo queremos o al contrario ¿por qué no? si definitivamente no lo queremos.
No es habitual escucharlo tampoco, sin embargo es válido, creo que deberíamos escuchar el No o el Sí con la mente abierta, tenemos derecho a manifestar nuestra voluntad con libertad plena pero también tenemos la obligación de atender, admirar o mínimo respetar la voluntad de los demás.
¿Sería más fácil todo no creen? Si somos transparentes con nosotros mismos las personas pueden ver a través de nosotros con más facilidad y entonces tal vez se cumpla uno de mis deseos: las relaciones personales serían menos complejas si decimos de verdad lo que queremos y lo que no.
Escrito por Evangelina Jiménez