*Escrito por Vivian Diller
Mientras miraba uno de los shows de pasarela en la Semana de la Moda, el inquisitivo hijo de Naomi Watts y Liev Schrieber aparentemente le hizo a su padre esta pregunta: ¿Por qué las modelos se ven tan infelices?
La respuesta es simple. Porque la mayoría de ellas lo son. El modelaje no es, por lo general, una profesión muy satisfactoria para hombres y mujeres, al menos para aquellos a quienes les importa ser personas auténticamente felices. Lo digo por experiencia, habiendo sido modelo profesional—con Wilhelmina a finales de los 70's y principios de los 80's—y ahora trabajando con modelos que vienen a psicoterapia conmigo. Yo modelé mientras averiguaba qué quería hacer con el resto de mi vida—un sentimiento común entre los modelos, tanto masculinos como femeninos—y terminé mi carrera como bailarina profesional de ballet. (Sasha, puedes encontrar muchos Cisnes Negros infelices en este bello grupo también.) Aunque el mundo del modelaje ha cambiado en ciertas maneras desde los días gloriosos de las súper modelos –Cheryl Tiegs, Christie Brinkley, Lauren Hutton—aún existe el afán de alcanzar un ideal de belleza irrealizable, sonreír para las cámaras y actuar como si una estuviera contenta. Me convertí en psicóloga tras dejar el modelaje, en parte porque quería una carrera que, a diferencia del ballet o el modelaje, no se acabara al alcanzar cierta edad. La Psicología era una profesión en la que podía mejorar al paso del tiempo. La razón de ser de esta profesión es la lucha por la autenticidad y sonríes sólo si te sientes feliz. A veces se trata de hacer a otra persona feliz. ¡Qué refrescante!
Uno pensaría que las oportunidades para hacer mucho dinero y ponerte ropa bonita sería muy divertido. Bueno, Sasha, admitiré que eso es la parte entretenida y no cambiaría mis experiencias por nada. Y el modelaje pagó mi educación —sí, después de dejar el ballet, tuve que regresar a la universidad por un título y dos posgrados para poder ejercer como psicóloga. El modelaje pagó por todo eso y algo más. Pude conocer personas interesantes, ir a lugares exóticos y participar un poco en la vida del glamour. Pero, a pesar de todo, el trabajo diario de la mayoría de los modelos es verdaderamente tedioso, incluso degradante.
Tu semana comienza con una lista de "Ir con" (ir con el fotógrado, con el editor de la revista, con el agente, con el publicista). Viajas por toda la ciudad (Nueva York, Los Ángeles, Milán, a dónde sea) presentándote tú misma para que la persona pueda "echarte un vistazo". A veces sólo necesitas enviar tus fotos—tus tomas de rostro o tu portafolio— pero tú estás ahí básicamente para ser juzgada por otros, a ver si eres lo que están buscando. Alta—tienen medidas exactas en mente. Delgada—buscan una talla específica, generalmente cero, tal vez uno. A veces quieren alguien tierna y dulce. A veces necesitan sensual y voluptuosa. Otras ocasiones buscan una pareja para otro modelo, entonces tal vez necesitan rubia de ojos azules, o morena con ojos cafés. A veces especifican el grupo étnico; blanca, negra, hispana— cada trabajo tiene sus propios parámetros. Lo que pienses o sientas, o quién eres, es irrelevante. Y si tienes suerte de conseguir el trabajo con alguno de estos "Ir con", la realidad es que te contratan para ser un maniquí, para ser utilizada por los clientes con el fin de vender su producto.
¿Cómo le hacen las modelos que ves en las páginas brillosas para verse contentas? Pretenden. Pueden haber sido fotografiadas en una playa a 30 grados con un bikini, pero sonríen. O en la misma playa con pantalones para esquiar, sombrero de piel y guantes a la mitad del verano, y sonríen. Los pasadores o la cinta adhesiva son lo que mantienen la ropa pegada a sus cuerpos. Tienen ventiladores enfrente de su cara para crear el efecto de look despeinado, y luego les piden que se "vean" felices. Sí, sonríen por horas.
Entonces, Sasha, le diste al clavo. Lo que viste fue a las modelos como son auténticamente, detrás del maquillaje, de los peinados y la ropa glamorosa que los diseñadores decidieron ponerles. Y pudiste verlas en vivo, caminando en la pasarela, donde pueden ser un poco más ellas mismas que las modelos "photoshopeadas" que adornan las portadas de nuestras revistas.
De hecho, a las modelos de pasarela se les dice que no sonrían, que se vean serias, austeras y provocadoras. Que caminen firmes, les dicen. Porta estas prendas con la seguridad necesaria para que la gente compre lo que traes puesto sin importar que tan caro, o extraño o, bueno, qué tan obviamente desagradable sea. Se trata de la imagen tradicional de las pasarelas. Aunque es una penosa experiencia— cualquier modelo de pasarela puede testificar sobre la intensidad detrás de los apresurados cambios de ropa que además deben ir bien puestos— de cierta manera es más fácil porque requiere que finjan un poco menos. Las modelos pueden ser maniquíes tristes en la pasarela. Como Sasha notó tan intuitivamente, son libres de verse auténticamente infelices mientras el público aplaude su ejecución.
Tal cual se dice. Asombra el que Sasha y otras personas no salgan corriendo.
*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.
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