Escrito por: Evangelina Jiménez
Que palabra tan recurrente ¿no?, hay miles de millones de canciones que la mencionan, ¡¿y cómo no?! es “La eterna compañera”, algunas de esas melodías hablan de el gran mal que trae o lo pésimo que nos cae, del miedo que nos causa, de lo mal que la pasamos en su compañía.
Creo que es un ser incomprendido y lo catalogo como tal porque de verdad que respira por sus propios medios, al menos yo la siento todo el tiempo, me acompaña cuando manejo, cuando me baño y por las noches me abraza, recuerdo una canción al respecto del maestro Sabina …”esa manta inoportuna que se llama Soledad”… Coincido un poco, suele ser inoportuna.
Soledad con “S” mayúscula diría mi mentor, para que la describo más, todos la conocemos. Lo que no comprendo es el porqué le huimos, le corremos ¿será que no la entendemos?, ¿qué tal vez no la conocemos a fondo?, tenemos una falsa apreciación de su esencia la cual es sencilla, sabia y constante, sabe cuál es su labor y la cumple a la perfección: acompañarnos desde nuestro primer respiro hasta el último.
Y creo que le tenemos miedo porque la enfrentamos con la compañía, pensamos que cuando ésta entra por la ventana la Soledad sale por la puerta y ni adiós dice la ingrata, piensa que nuestro cuerpo es un cuarto de hotel del que puedeA veces no coopera, no es nada fácil, en ocasiones es fría, insolente, balbucea verdades que no quiero escuchar, reconoce mis errores y me hace decirlos en voz alta, es la única que realmente me conoce irse y regresar las veces que se le de la gana, considero que dicho pensamiento es un grave error, la Soledad no se va nunca y mientras más queramos que lo haga mas hondo se clava, mientras no la aceptemos, más miedo le tendremos, ahí es cuando el dicho “miedo a lo desconocido” se actualiza.
Cuando reflexioné lo anterior, empecé a querérmela ganar, hoy somos inseparables, ella encendió mi interior, hizo efectivo lo mejor de mí para poder exteriorizarlo, me enseñó a entender que en vez de rechazarla debo quererla y con mesura acercarla a mí, no es egoísta me da la libertad de escoger compartirla con quien yo quiera, ¿por qué ignorarla? de todos modos no se iba a ir, así que, para que vivir en constantes peleas que serían batallas conmigo misma perdidas desde un inicio.
A veces no coopera, no es nada fácil, en ocasiones es fría, insolente, balbucea verdades que no quiero escuchar, reconoce mis errores y me hace decirlos en voz alta, es la única que realmente me conoce y todo el tiempo me está seduciendo para llevarme al camino del verdadero yo, camino que en ciertos momentos me rehúso vehementemente a recorrer, pero me obliga con su efecto conciliador, me conquista, acepta mis berrinches y me consuela cuando la tristeza se hace presente.
Al paso del tiempo le correspondí, intento convivir con ella en aras de la paz interior y de vez en cuando me sonríe, se que con el tiempo será mas frecuente porque noto como se va relajando y me cuenta chistes, no siempre son buenos, pero reímos juntas.
A pesar de todo, le agradezco que no me deje, porque me hace ser mejor o al menos me ayuda a intentarlo, he asimilado definirla de forma positiva y no le temo, la respeto, la reconozco, de repente le grito pero al instante percibo que tiene un olor dulce que me hace disfrutarla…
Escrito por: Evangelina Jiménez