Así es, somos diamantes, brillantes, perfectos en sí mismos. Si, ya sé que parecemos distintos, diferentes, imperfectos…
Se me ocurre la lista que haríamos entre todos de las imperfecciones de uno mismo, del vecino, del que salió en las noticias, del que no se cuida, del que vive abandonado en la calle, de nuestros malos hábitos, de nuestras malas decisiones, de todo lo que quisimos hacer y no fuimos capaces, de todo lo que queremos hacer y no nos atrevemos: por miedo, por sentir que no tenemos las capacidades de aquellos que sí lo han logrado…
Y aquí es donde viene lo bueno. ¡Todos podemos! Todos somos iguales. Perfectos en nuestra esencia, iguales en esencia y materia, mismo cerebro, mismas funciones corporales. Diferentes usos y maneras de ejercitarlos. ¿Quién elige el cómo? ¡Nosotros!
Lo que ocurre es que muchos lo habíamos olvidado; es que desde pequeños nos hemos ido impregnando con una serie de vivencias, y en nuestro entorno nos han ido inculcando una serie de creencias y valores, que expanden a muchos pero limitan a otros tantos. Que han hecho que unos sientan amor y otros no, que unos sepan que pueden, y otros crean aún que no pueden, que no saben, que no sirven para ello,… pero lo cierto es que TODOS PODEMOS.
Y me encantó la metáfora de Brian Weiss del Diamante:
“Es como si dentro de cada persona se pudiera encontrar un gran diamante. Imaginemos un diamante de un palmo de longitud. Ese diamante tiene mil facetas, pero todas están cubiertas de polvo y brea. La misión de cada uno es limpiar cada una de esas facetas hasta que la superficie esté brillante y pueda reflejar un arco iris de colores.
Ahora bien, algunos han limpiado muchas facetas y relucen con intensidad. Otros sólo han logrado limpiar unas pocas, que no brillan tanto. Sin embargo, por debajo del polvo, cada persona posee en su pecho un luminoso diamante, con mil facetas refulgentes. El diamante es perfecto, sin un defecto. La única diferencia entre las diferentes personas es el número de facetas que han limpiado. Pero cada diamante es el mismo y cada uno es perfecto.
Cuando todas las facetas están limpias y brillen en el espectro de la luz, el diamante volverá a la energía pura que fue en su origen. La luz permanecerá.”
Fuente: Plan Emprendedor