Adiós al sedentarismo, hola a tu nueva diversión
Ok. Estás harta de no lograr ponerte en forma. Todos los días te ves en el espejo y no soportas ver esos gorditos colgando por aquí y por allá. Te molesta saber que, más allá de la apariencia física, más allá de la vanidad, lo que está en riesgo es algo mucho más importante; la salud. Tu salud. Te enojas de nuevo. Pero ya se va haciendo costumbre. Quieres pero no puedes. Lo intentas pero fracasas. Tanto así que ya estás resignada. Te engañas, “no pasa nada”. Pero en el fondo sabes que te estás haciendo daño. Bienvenida al club de las mujeres sedentarias. No estás sola. Somos cientos, o más bien dicho miles y miles de mujeres que vamos por la vida lamentándonos por no hacer ejercicio.
Ya lo sabía
Quizá pienses que hacer ejercicio es un tormento. Pero no hacerlo es peor. Y es que todas sabemos las virtudes de estar en forma. Están las ventajas de largo plazo como son una menor probabilidad de contraer diabetes, o cáncer de mama, o degeneración por osteoporosis, o artritis, o menores riesgos de enfermedades cardiovasculares. Y están las ventajas inmediatas. Hacer ejercicio por la mañana se refleja en un sentimiento de satisfacción y energía que dura el resto del día. Aun así, lo dejas para otro día. Y de paso te culpas por aplazar lo que quieres y necesitas.
Camino al infierno
Cierto, es un tormento. Pero emocional. No hacer ejercicio representa un costo físico y emocional. No sólo nos perdemos de la oportunidad de tener un día alegre, divertido y lleno de energía sino que cargamos con el peso de no hacer nada. Literalmente arrastramos los pies. Y al sentirnos pesadas buscamos… comida. Oh sí. Esos ricos antojos que nos dan azúcar y un poco de placer para solventar nuestro malestar emocional. Un chocolate para sentirnos amadas. Y un chocolate que al rato nos regaña. El rebote emocional. Para qué me lo comí. Te arrepientes. Te deprimes. Y finalmente te tiras a ver la tele.
Ahora menos
Sabes qué hacer. Lo lees, te lo dicen, pero basta eso para que tu misma te sabotees. Hay algo dentro de nosotras que nos hace rebelarnos ante lo que “debemos hacer”. El “tengo que hacer” algo es quizá la razón principal para no hacerlo. Cuando se hace algo por simple obligación nos lleva a hacerlo a disgusto. Sentimos que cada paso que damos es una verdadera tortura. Cualquier actividad que se hace a disgusto sale mal. Y cuesta el doble o el triple de trabajo. Más aún cuando se trata de ejercicio extenuante. No gracias.
Pensándolo bien
Así que un primer paso es pensar en el ejercicio por interés no por obligación. Por que te gusta no por necesidad. No hay obligación Hacer ejercicio por la mañana se refleja en un sentimiento de satisfacción y energía que dura el resto del día
alguna de empezar hoy mismo. Pero simplemente comenzarás a repensarlo. ¿Qué podría hacer dentro de mis actividades? ¿Habrá algún deporte que me guste? ¿Cómo me sentiré luego de haber hecho algo de ejercicio? ¿Estaré más contenta conmigo misma? ¿Qué haré diferente en esta ocasión?
Mis reacciones
El pasado nos pesa. Pero esta vez vas a intentar un método diferente. Y en tres semanas habrás adquirido una nueva rutina. Tendrás una mejor relación con tu propio cuerpo. Empezarás un nuevo hábito que te hará sentir más orgullosa de ti misma. Serás la mejor amiga de tu cuerpo. Te sentirás menos ansiosa. Tendrás menos estrés. La gente a tu alrededor notará un gran cambio en ti (aunque lo que piensen ellos no será lo verdaderamente importante). Lo que piensas tú de ti misma es lo que habrá cambiado. Y será un cambio sin tanto esfuerzo. Sin dolor. Te sentirás en control de tu vida.
Hábitos aprendidos
Empezarás por replantear tu pasado. Hay en tu vida rasgos de carácter que son valiosos pero que con el pasar del tiempo se han ido diluyendo. Formas de pensar, de sentir, de actuar que fueron ejemplares pero que has ido sustituyendo por hábitos poco sanos o abiertamente destructivos. Calma. Somos muchas las personas que vamos por la vida atrayendo hábitos nocivos. No eres ni más ni menos que la gran mayoría de las mujeres. Simplemente que ante determinados problemas, como el estrés, decidiste que una solución no era el ejercicio sino quizá comer más. Es un camino razonablemente sencillo y ciertamente efectivo. Aunque dañino. Y es un camino que ya no tomarás.
Semanas nada más
Quizá en el pasado cuando empezabas a hacer ejercicio, tú misma te dabas razones para evitarlo. Hace frío hoy. Si no voy un día no pasa nada. No encuentro mis tenis. No tengo tiempo. Finalmente no haces nada. Te sientes mal. Y empieza ese círculo vicioso donde tu autoestima decrece cada día que no haces nada. Aumenta el estrés. Retienes líquidos. Te sientes peor. Te ves peor. A partir de hoy empezarás a romper el ciclo. El simple hecho de leer este artículo detenidamente te hará sentir mejor. Toma aire a fondo. Exhala. Deja salir el estrés. Hoy comienza una nueva vida. Después de unas cuantas semanas estarás habituada a hacer ejercicio sin esfuerzo. Lo harás por placer. Por gusto. Por ti.
El placer de hacer
No estás obligada a nada. No estás obligada a bajar de peso. No tienes que verte mejor. Simplemente comenzarás una pequeña rutina por el hecho de que te sentirás mejor todo el día. No tendrás miedo de repasar el pasado y encontrar cómo y dónde fue que adoptaste esas mañitas negativas. Encontrarás qué despierta tu apetito o qué te deprime y te tira en el sofá. Pero también recordarás la fuerza de tu espíritu. Aquellos momentos donde el dolor no es nada frente al coraje de ser madre. Recordarás los momentos de alegría después de hacer algún deporte. Esa sensación placentera de saberse exhausta. El delicioso placer del cuerpo sudoroso y ardiente después del ejercicio. Es justamente lo que te espera, día a día.
Lo mejor de ti
En estas semanas comenzarás a pensar en tu cuerpo de manera diferente. Ya no será más tu enemigo. Dejarás de quejarte de él. Tu cuerpo es una maravilla. Un milagro auténtico. Tu cuerpo es lo mejor que tienes. Lo más valioso. Nunca más te mirarás al espejo y rechazarás lo que ves. Al contrario. Serás agradecida con él. Como esté. Él te da los mayores gozos. Él te permite hablar, reír, platicar y llorar. Amar y crear. Los rasgos físicos – bellos o feos- no tienen la menor importancia frente todos los otros beneficios que te regala. En estas semanas vas a revalorar día a día lo fabuloso que es tu cuerpo. Y le vas a agradecer todo lo que te ha dado, regalándole más vida. Dándole más alegría. Dándole más fuerzas. Lo harás con gusto y lo harás por placer.