Cuando pensamos en valentía pensamos en la ausencia del miedo, en ese estado en el que seríamos capaces de jugarnos por el todo, prospectar y cumplir nuestros sueños. Creemos que este valor es un imposible de conquistar, pues el temor a los cambios, a lo diferente nutre nuestra vida día a día.
Pero, ¿qué es sin más la valentía? ¿Una abstracción del miedo? No es un valor, una declaración de riesgo, una forma de mirar la vida, de entregarnos a lo que deseamos. La vida que vale la pena vivir, es la vida que anhelamos, y no la que nos impone la sociedad, la familia, o los de afuera.
Valentía es la conquista de los miedos; es el poder de ser más grande que ellos mismo, atravesarlos, ir a fondo, sudar, gritar y aun así no quedarnos paralizados.
¿Cuál es la conversación que nos frena a ser quienes queremos ser? El temor de equivocarnos. Vivimos los errores como situaciones garrafales de las que no podremos salir; y para no caer en ellas elegimos quedarnos paralizados. Sin embargo,
“No es la dificultad la que impide atreverse, pues de no atreverse viene toda dificultad” (Arthur Schopenhauer).
Quedarnos sentados en el sillón de casa imaginando como hubiera sido no es reconfortante. El coraje de sentir la vida como un privilegio y no como un derecho nos invita a disfrutarla afrontando momentos incomodos, difíciles para ganar.
Sé valiente, arriesga, estate dispuesto si es necesario a perder, vive la vida como una ráfaga de aire, fluye con el universo, no se estanques.
Todo lo vivido es experiencia y aprendizaje.
Abre los ojos de tu alma.