Bienestar

Víboras


Creo que de alguna forma siempre he admirado a las víboras y no por la forma en la que se enroscan o por el veneno que corre por su ser, eso lo repudio. Es más bien esa facilidad que tienen de cambiar de piel, de modificar su exterior de forma tal que dejan la seca piel pasada a su paso, no voltean, no le lloran, no se regresan para tristear por lo que dejan, eso implica a la vez que no son rencorosas, que olvidan y lo mejor de todo… perdonan.
Tal vez sea el carácter de rastreros lo que los hace ser así. Nosotros los humanos, andamos en dos pies, aunque algunos actúan como si anduvieran en cuatro patas y otros definitivamente se comportan como rastreros venenosos. Nuestra imposibilidad de dejar atrás y seguir adelante proviene tal vez de nuestro raciocinio, de nuestros corazones tercos, de nuestra poca capacidad para cambiar de piel, olvidar, perdonar y seguir.
¿Qué necesidad tenemos de voltear? Algunos cuando miran para atrás, valoran lo que dejaron ir, otros agradecen haberlo dejado, otros simplemente saben que nunca debieron siquiera pasar por ahí ¿Y luego? ¿Qué importancia tiene reconocer la razón por la cual volteamos?
Una vez revisé mi correo y no tenía cartas. El siguiente mes refunfuñé porque lo único que me había llegado eran deudas ¿Quién nos entiende? Lo cierto es que no sabemos pedir. Tampoco sabemos dar ¡Qué difícil! El carácter unitario del simple pasar de los días nos lleva a la monotonía de los sueños, al incumplimiento de compromisos con uno mismo, a la terquedad.
Y ahí es dónde está nuestra falta de propósito. Vivimos en el despropósito, nos gusta lo indefendible, lo imposible, la telenovela, el cuento de hadas ¿Para qué? Para demostrar nuestro carácter de humanos “fregones”, nadie ha podido pero “yo sí podré” y entonces dejamos el gimnasio en febrero, volvemos a fumar en marzo y para abril estamos listos para festejar a nuestras madres.
¡Bah! ¡Típico! Y seguimos viendo por el retrovisor de la vida, y lo que dejamos atrás nos mueve la mano derecha de un lado a otro, no sabemos si se despide o nos saluda. Nosotros tampoco sabemos si lo saludamos o nos despedimos y entonces estamos en presencia del camino del “no sé” que ¡ah como nos gusta! El que busca encuentra y el que encuentra mientras busca no pensaba en lo que encontraría que cuando lo hace desea no haber buscado.
Si fuéramos víboras no pensaríamos en todo eso, en nada de hecho, solamente dejaríamos atrás la piel que ya no nos sirve, aunque no lo deseáramos, lo haríamos porque es parte de nuestra naturaleza y avanzaríamos arrastrándonos tal vez pero sin trabajo alguno.
Supongo que podríamos copiar de las víboras lo bueno que tienen, hasta ellas gozan de algo positivo, así que olvidando el veneno, la arrastrada y el miedo, seré víbora aunque sea por un breve instante que me servirá para perdonar, progresar y solo mirar para adelante.

Evangelina Jiménez Olvera.

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