¿Cuánto durará el atardecer el día de hoy? Un conocido al que estimo bastante diría que las cosas buenas duran poco. No estoy de acuerdo con tal aseveración; el sol sale todos los días, la lluvia para en algún momento, el dolor se quita con el tiempo, el sufrimiento es totalmente un acto de voluntad y los moretones sanan.
Somos seres humanos dotados de libertad, de paz, tenemos dentro cosas que ni siquiera nosotros mismos conocemos, sólo las conoce el alma, que no nos miente, que no nos traiciona porque hacerlo implicaría ser desleal con el interior, éste permanece siempre.
Es sencillo observar las maravillas externas, disfrutar caminatas, admirar las estrellas y darnos cuenta que todo es como la ciruela… pasa. Los momentos memorables, las enfermedades, el tiempo, el día y la noche, las lágrimas, las sonrisas, las carcajadas y las delicias de las equivocaciones.
Los viajes son pasajeros, las fotos eternas y los recuerdos inembargables. Nadie me quita mis recuerdos aunque algunas fotos estén rotas y en la basura. Y me sigue embargando la duda a veces, y me toma de la mano la complejidad de mi propia naturaleza, y puede que caiga al agua, pero de pronto es otro día y entonces tengo una nueva oportunidad para volver a empezar o para seguir lo que un día antes no pude continuar… ¡Qué inconsciente!
Un amigo -al que quiero mucho- dice que se disfruta más de la vida cuando se está consciente de la muerte. Generalmente no emite muchas opiniones, es misterioso y callado y cuando habla es muy cuidadoso, no puede permitir que otros lo lean. Tiene razón, cuando estamos al tanto de que algún día vamos a morir es cuando más valoramos nuestra respiración y le damos un mejor uso.
El atardecer durará hasta que el sol se esconda y salga la luna; mientras eso sucede disfrutaré del sol y me calentaré con sus rayos. En el momento en el que salga la luna dejaré de pensar en el sol -si mañana sale o no, no me importa- ya lo disfruté, la luna será lo de ese momento y admiraré su tamaño, su certeza.
Hoy estoy más consciente de la muerte que nunca antes, porque la tuve cerca, muy cerca y aún no sé si esté por aquí o si fue un espejismo, una mala experiencia, aunque supongo que esa es la consciencia, el saber que la muerte nunca se va, tener en mente que siempre está presente y vivir así… consciente.
Aún tengo la esperanza de que haya sido una equivocación del destino… Dory decía que lo importante no es lo que el destino hace, sino lo que nosotros hacemos con él. Ella mangoneó su destino a su antojo. Y no sé si vivió consciente de la muerte, no sé que pensaba de la muerte, nunca le pregunté si tenía miedo de ella o estaba consciente. Sé que vivió la vida como ella quiso, sigo pensando que aún le falta por vivir, sigo pensando…
Mientras pienso debo seguir, siempre adelante y consciente de la muerte, porque de lo contrario -como diría mi estimado amigo- no estaría viviendo consciente de que algún día moriré, lo que llevaría a la amarga consecuencia de una vida inconsciente.
Voy a disfrutar la comida más que siempre, voy a reír más fuerte, desde mis entrañas amaré, como amo hoy, como he amado siempre. Suspiraré profundamente y seguiré bailando en el auto mientras canto alguna canción de “Los Amigos Invisibles”. Sentiré con más intensidad los versos de Sabina convertidos en canciones, abrazaré más fuerte, brincaré más alto, si me caigo, ya me levantaré. La intensidad seguirá rigiéndome en todo, para todo y con todo.
Así quiero vivir, consciente de que mañana ya no sabré nada. Las flores, los mariachis… ¡Bah, ya no los escucharé! Conmigo estarán mis canciones favoritas, seguramente se tocarán en mi mente mientras parto, en mi corazón estarán aquellos a los que amé, aunque ya no lata. Aunque ya no me escuches, estaré, porque los recuerdos juntos fueron vividos conscientes.
Mañana puede que ya no escuche, que ya no sienta, que ya no haga más que dormir ¡Qué importa! Sentí, bailé, viajé, amé, suspiré, me caí, lloré y reí, canté, me equivoqué… Viví… consciente. Como Dory lo hizo y como lo hará. Amiga, donde quiera que estés, que Dios te acompañe y que sigas viviendo tan intensamente… consciente.
Escrito por: Evangelina Jiménez Olvera.