Escrito por: Adriana Barroso.
Cuando aquella pequeña de año y medio descubrió que tenía una sombra trató de huir de ella porque le daba mucho miedo. Luchó por todos los medios para escabullirse de ella: primero corrió; después, se subió a una silla, se escondió detrás de los muebles. Ni siquiera en la seguridad de los brazos de su madre la sombra se separó de ella. Después con ayuda de sus padres descubrió que la única forma de deshacerse de ella era: iluminándola.
Algo muy parecido nos sucede a nosotros al saber que nuestra sombra es nuestra parte interior que contiene aquellas características que no reconocemos y las depositamos en otra persona o en el exterior por medio de un símbolo. Por más que nos disgusten estas particularidades no nos podremos deshacer de ellas escondiéndonos o negándolas; sólo con la luz que nos da el darnos cuenta es que la sombra desaparece y podemos conocer partes de nuestra personalidad que se mantenían ocultas en la sombra.
De acuerdo con Jung la sombra no sólo contiene defectos sino también cualidades, es decir, ella es el depósito de todo aquello que no aceptamos de nosotros mismos bueno o malo. También decía que una persona al encontrar su sombra depositada en una determinada colectividad, podría dentro el anonimato expresar todo lo que tiene reprimido bajo la aprobación del grupo.
Es por ello que, terapéuticamente, el psicodrama y el teatro ayudan mucho cuando tenemos personajes que son exactamente lo opuesto a nosotros. Podemos tocar nuestra parte escondida sin llegar a la angustia y el dolor que provoca el reconocer la parte rechazada, e ir trabajando poco a poco, con la ayuda de un terapeuta, la integración.
Cuando conocemos nuestra sombra y llevamos luz a ella nos volvemos menos enjuiciadores, y más flexibles. Al conocernos y aceptarnos, nuestra autoestima es más alta; así que… ¡no es tan mala idea atrevernos a conocer a nuestra sombra!
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