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El último peldaño

chuchi2Crónica del fin de una década

Escrito por: Chuchi González

Cuando se publique este artículo, el 14 de junio de 2010, yo estaré cumpliendo 39 años. Habré llegado al último peldaño de una década excitante y reveladora, y ansiosa por seguir gozando de este viaje, brindaré con los ojos cerrados repitiendo un deseo que me ahoga el corazón.


Con los pies juntos en la marca de una época que se termina me he quedado a reflexionar sobre el paso del tiempo, las experiencias vividas, y  los sueños.  La historia de esta semana pretenderá ser un homenaje de agradecimiento a los que me dieron más que la vida: Mis padres.
Me siento orgullosa de los caminos andados y satisfecha de las decisiones que he tomado, sé quién soy y hacia dónde me dirijo, cuál es el motor que me impulsa la marcha cotidiana y lo que quiero seguir generando para mi vida. Y ante todo y sin ningún tapujo me declaro Feliz, aún con el inmenso dolor que me produce saber a mi papá a merced de una enfermedad que carcome sus fuerzas y vitalidad, la sonrisa diluida de mi mamá frente a los infortunios, y el amargo sabor del desarraigo.
Sin embargo, sé a ciencia cierta que no soy presa de mis elecciones,  y que puedo seguir siendo quién quiero ser aún con muchos obstáculos en el camino, porqueAcepté que las cosas no son para siempre, que hay que arrancar los mejores y sabrosos frutos a cada momento, porque no sabemos cuando se bajará el telón mis padres han insuflado en mi alma, las banderas de la libertad personal y el amor por las cosas que hago.
 Y LIBERTAD + AMOR son para mí los factores que hacen a la FELICIDAD.
He aprendido que la frustración forma parte de la vida, que de vez en tanto las cosas no salen como queremos, y que tiene más valor, ponerse de pie y seguir, que quedarse en el fango llorando por lo que uno “hubiese querido que sucediera”.
Aceptar y dejarnos fluir, - es la más difícil - pero natural de las rutas para continuar con nuestro recorrido; que las emociones existen para ser sentidas y no reprimidas, que si nos desconectamos de nosotros mismos, nos desconectamos del mundo, y que aún en la más inmensa soledad siempre habrá una luz que nos guié.
Experimenté que el amor propio es la fuente de toda fortuna, que cuando uno se siente así mismo como un tesoro invaluable, puede vincularse con éxito con los demás, porque no pretenderá que sea el otro quién tenga el compromiso de asignarnos un valor.
Advertí que la honestidad emocional implica gritar a viva voz “TE AMO” pero también, con el corazón lleno de moretones decir  “YA NO QUIERO ESTO PARA MI VIDA” y crear límites que dignifiquen nuestros valores y anhelos.
Descubrí que a partir de la transformación personal, y la mirada introspectiva, se pueden derribar años de tirrias y resentimiento. Que somos responsables de lo que nos sucede, por omisión o acción, y que nosotros les enseñamos a los demás como tratarnos.
Comprendí que las personas hacen lo mejor que pueden, aun cuando en su “hacer” nos lastimen o hieran, que como diría Gutiérrez Nájera (muchas veces) “Todos estamos enfermos de la vida”
Vislumbré que todosQue la queja y el miedo paralizan, que hay que atravesarlos para no seguir inmovilizados. Que la vida es sólo una, y que el tiempo es irrecuperable los que se han cruzado por mi senda, incluso los que me han injuriado o maltratado, forman parte de mi biografía, pues pertenecen a mi historia, que intentar negarlo es una absurda exigencia y que sobre todo, hasta ellos han sabido enseñarme algo.
Acepté que las cosas no son para siempre, que no hay que pedir “nada eterno a los mortales” (Gutiérrez Nájera); que hay que des-frutar (disfrutar), arrancar los mejores y sabrosos frutos a cada momento, porque no sabemos a ciencia cierta cuando se bajará el telón. Que la queja y el miedo paralizan, que hay que atravesarlos para no seguir inmovilizados. Que la vida es sólo una, y que el tiempo es irrecuperable.
Aprendí que cumplir años es una bendición,  que hay que celebrarlo,  que la mejor edad es la que uno tiene, que el pasado no necesariamente tiene que ser mejor. Que la risa es una medicina generosa, y que el llanto es un bálsamo para el ama. Que la única aprobación que “necesitamos” es la propia – estar de acuerdo uno con uno mismo-, que si logramos un equilibrio interno, nos sentiremos en plenitud y el mundo también estará agradecido.
Qué la gratitud es un sentimiento que nos hace consciente de lo infinitamente prósperos que somos y nos concede el don del asombro para alejar de nuestras tierras a la rutina.

Escrito por: Chuchi González
Coach Ontológico- Escritora-Tallerista Motivacional.

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